La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Con el Tlatoani sólo hay de dos sopas: sumarse o sumirse
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, fueron dos políticos fundamentales para la alternancia partidista en la presidencia de la República.
La ruptura que encabezaron en 1987, con el otrora ex partidazo, fue el punto de partida para que, en el año 2000, Vicente Fox llegara a Palacio Nacional, acabando con la hegemonía priista en la era posrevolucionaria.
Inconforme perenne, con 88 años cumplidos, Porfirio se ha convertido en un crítico directo del presidente López Obrador, la posibilidad de que lo hicieran embajador en Cuba, propició que bajara los decibeles de sus comentarios, pero, ante el incumplimiento de la propuesta, ha vuelto a las andadas.
Por lo que toca al ingeniero Cárdenas, quien ya le dio 87 vueltas al sol, ha mantenido una posición crítica contra la 4T, aunque, sin enderezar sus observaciones al tabasqueño, quizá, el cargo de su hijo Lázaro como coordinador de asesores de AMLO, lo hace ser cauto.
En cierta forma, los dos personajes prohijaron la carrera política del actual mandatario, mismo que, en 1988, decidió renunciar al PRI e incorporarse al naciente PRD, del que sería líder nacional, justamente, después de que Muñoz Ledo terminara su dirigencia en 1996.
No obstante, la añeja relación, López Obrador ha mantenido una distancia ideológica con los dos santones y si bien reconoce sus trayectorias (al igual que la de Ifigenia Martínez), no les concede mayores espacios, porque tiene claro que ninguno de los dos le guardaría ‘lealtad ciega’, característica básica para ingresar en el proyecto del lopezobradorismo.
Así pues, a pesar del cúmulo de experiencias que acumulan los históricos personajes, sus reclamos no serán escuchados y, para ignorarlos, basta recurrir al adjetivo: están gagás.
Ni hablar, eso pasa por no leer el Eclesiastés que, por cierto, debería ser libro de cabecera.
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