* De la seguridad pública y los periodistas asesinados, mejor ni hablar. Es cierto, el gobierno no los mata, pero tampoco destina los suficientes recursos y la necesaria inteligencia para preservar sus vidas y garantizar el desempeño de su profesión. Los ejecutan por la ausencia de Estado, lo miren por donde lo miren
Gregorio Ortega Molina
Ahora sabemos lo que somos capaces de hacer con nuestra voluntad política y la libertad de decidir, que es lo más parecido a la democracia. Falta saber, en los próximos meses y años, si estaremos a la altura para asumir las consecuencias de esa decisión que fue determinada por una mayoría, es necesario decir que no por todos.
¿Abrirán la puerta a la reconciliación nacional, al trabajo que unifique criterios y establezca armonía para vivir el presente y colaborar en la construcción del futuro de nuestros hijos, o profundizarán la confrontación, para que, de una vez, venga el estallido social que anhelan unos cuantos, para -en la violencia- satisfacer ego y obsesiones?
Por lo pronto, poco o nada sabemos del destino de la propuesta presidencial de reforma eléctrica. Se negocia. Con lo que de ella resulte, se resolverá la queja de incertidumbre jurídica e incumplimiento de acuerdos internacionales, así como el destino final de miles de millones de dólares en inversión extranjera. Es posible que todavía la consideren innecesaria, y la sustituyan como lo hicieron con el AICM, para darnos esa estación aérea de clase mundial llamado AIFA.
En cuanto a los derechos constitucionales que atañen directamente a cuestiones de vida y muerte, habrá que ver qué es, o no, rescatable de esa idea de un sistema de salud que ni Dinamarca, para empezar por el reordenamiento de la producción y distribución de medicamento, restablecer los protocolos de las campañas nacionales de vacunación, y si ya está incluida la de la influenza, meter al sistema la vacuna contra el Covid-19, considerados los menores. ¿Serán capaces de hacerlo, o será que esos recursos son necesarios para las otras obras emblemáticas? Total, para AMLO los muertos no cuentan.
En cuanto al sistema educativo, habrá que ver si se dan por satisfechos con el CIDE y el Conacyt, o deciden hincar el diente a las universidades, comenzando por la UNAM.
De la seguridad pública y los periodistas asesinados, mejor ni hablar. Es cierto, el gobierno no los mata, pero tampoco destina los suficientes recursos y la necesaria inteligencia para preservar sus vidas y garantizar el desempeño de su profesión. Los ejecutan por la ausencia de Estado, lo miren por donde lo miren, pero concluirán las obras emblemáticas y, por ende, de seguridad nacional. Así lo decidieron apenas el domingo.
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