* Nunca nos consultan, y nosotros, como sociedad civil, nos apoltronamos y no exigimos que se nos preguntara sobre lo correcto, adecuado, innecesario, torpe o estúpido de alguna decisión política. Ahora es momento de cuestionarnos, con insistencia, ¿de dónde el dinero para alimentar las tarjetas de débito de los programas fiscales? ¿Durará por la eternidad, o será que otros recursos no confesables sirven para aligerar la carga fiscal del gobierno, que no del Estado?
Gregorio Ortega Molina
¿Permitiremos que el patricidio determine nuestro presente y nos impida construir un futuro? ¿Cómo podemos conminar a los institutos políticos a modificar sus normas internas y a unirse entre ellos, para que juntos nos propongan un proyecto de nación que nada tenga que ver con el pasado, y menos con el presidencialismo?
Una observación: lo de patricidio no es un eufemismo, sino un hecho constatable en la enumeración de las instituciones democráticas y republicanas y sociales que esta 4T se empeña en convertir en cenizas, para que su tlatoani pueda jugársela como el Ave Fénix, y así regurgitar lo que fue un ensueño de los caudillos y generales: el presidencialismo para imponer la voluntad del hombre fuerte.
Con sus matices, hemos de retomar esas ideas que Tony Judt puso en circulación en Algo va mal, donde nos advierte: “Si no respetamos los bienes públicos; si fomentamos o permitimos la privatización del espacio, los recursos y los servicios públicos; si apoyamos con entusiasmo la tendencia de la joven generación a ocuparse exclusivamente de sus propias necesidades: no debería sorprendernos una disminución constante de la participación cívica en la toma de decisiones públicas”.
Nunca nos consultan, y nosotros, como sociedad civil, nos apoltronamos y no exigimos que se nos preguntara sobre lo correcto, adecuado, innecesario, torpe o estúpido de alguna decisión política. Ahora es momento de cuestionarnos, con insistencia, ¿de dónde el dinero para alimentar las tarjetas de débito de los programas fiscales? ¿Durará por la eternidad, o será que otros recursos no confesables sirven para aligerar la carga fiscal del gobierno, que no del Estado?
El mismo Tony Judt, en El peso de la responsabilidad, al analizar la obra de Raymond Aron, indica: Su amigo Manés Sperber señaló la inusual independencia de criterio de Aron y su capacidad de mantenerse firme frente a las <<provocaciones de los poderosos>>, y fue también Sperber el que ofreció una observación de carácter general sobre la independencia intelectual que puede aplicarse de manera especial al caso de Aron: <<Cada persona determina por su propia autoridad el precio que puede pagar, o se niega a pagar, por su vida, y del mismo modo cada cual decide qué sacrificium intellectus puede hacer por la preservación de la valiosa concordia con sus amigos>>.
Cotidianamente y muy de mañana, escuchamos al sicariato presidencial convocar a la confrontación total entre mexicanos, nada de concordia, la única posibilidad para él, es matar a la patria.
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