La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En México, los tiempos del señor son sinónimo de la ley de Herodes
Con menos de un año en el gabinete, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, ha pasado a ocupar un lugar preponderante en la carrera presidencial de la 4T, sin mucho ruido, ya se puso al parejo de Claudia y Marcelo.
A diferencia de la Sheinbaum, que detenta un estilo propio de una intelectual de izquierda, el tabasqueño es canchero, no tiene empacho en demostrar que es cristiano y devoto de la Virgen de Guadalupe, podría ser el vecino o el director de la primaria, tiene pueblo.
En comparación con Marcelo, con pinta de cosmopolita o de Clark Kent región IV, Adán tiene acento costeño y al igual que su patrón, es muy probable que no hable más que español tropicalizado, o sea, insistimos, es raza pues.
Sin embargo, como el señor dueño del tiempo, el caballo negro es astuto, inescrutable, mientras sonríe pega abajo del cinturón, además, en poco tiempo, reactivó las cañerías de Bucareli, tan útiles para deambular y acordar en lo oscurito.
Otra de las cualidades del paisano cómodo, es que sabe apretar, no duda en usar el poder cuando conviene a sus intereses y de ser necesario, impone sin negociación alguna, Monreal lo sabe y Cuitláhuac lo ha padecido (con Sergio Gutiérrez), aunque no lo entienda.
Así pues, el tercero en discordia avanza a pasos agigantados y predica con el estilo del mesías, situación que a las otras dos corcholatas no se les da porque no lo conciben, o acaso, alguna vez han dicho ¿Grandes son las obras del Señor, buscadas por todos los que se deleitan en ellas?
Hay que poner mucha atención en los movimientos del titular del Palacio de Covián, al entender las señales mascotea mejor que nadie y sabe a la perfección que ‘el principio de la sabiduría es el temor del Señor’.