La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
El colmo de la corcholata es que le den puro jarabe de pico
Suena el iPhone, cinco de la mañana, apenas tres horas de sueño, estuve hablando con el embajador en Madrid hasta las dos de la madrugada, porque a las diez tenía conferencia sobre el tema Iberdrola, joder, tengo que llegar a la reunión de las seis a Palacio.
Encima de todo, a las tres de la tarde salgo a gira por Asia y debo revisar los acuerdos, espero que la mentada melatonina me ayude a superar el jet lag, el cardiólogo me dijo que ya le baje al ritmo, pero no puedo, sino consigo la candidatura, para el 2030 vendrá el revelo generacional y me caerá el karma encima, como a mi querido jefe Camacho.
Cinco y cuarto de la mañana, Alexa toca: “Te recuerdo Amanda, la calle mojada”. Carajo, espeta, cuando se punza con el delineador, toda mi vida sin usar una gota de maquillaje y ahora lo que tengo que hacer por mejorar la imagen, que tiempos aquellos cuando le echamos a perder a Carpizo su propuesta de reformas, entonces era contestataria a tope.
Ni modo, las reglas cambian, hay que ponerse a tono con la ciudadanía, vox Populi, vox Dei. Si los brigadistas del CEU me vieran con mis accesorios de la Virgen de Guadalupe me pegarían una buleada…ni hablar, la presidencia bien vale una misa. Por cierto, tengo que ver lo del perro, me urge una mascota, los asesores dicen que eso conecta con la gente.
¡Doña Chona! ¿ya están las picadas?, ay don, me acuerdo cuando mi viejo jalaba en PEMEX, le preparaba el lonche a la cinco para que llegara a Coatza temprano, ya sé Chonita, por eso me la traje al ‘defectuoso’, acuérdese que allá comenzamos a circular temprano, porque al que madruga Dios lo ayuda.
Saboreando el lechero y con un podcast de la ‘Tremenda Corte’, con desenfado, el provinciano pensaba, jamás creí que mi hermanito me la cumpliría, pero si Gedeón pudo, porque yo no, que razón tenía el curita de Macuspana, los tiempos del Señor son perfectos.
Posdata pus-moderna: en las democracias ‘de a devis’ todos son quitapón.