* Y ¿qué con el hombre o la mujer que ha de vencer a AMLO? Que no piensen en los tradicionales políticos de partido. Vaclav Havel fue un intelectual; Dilma Rousseff fue guerrillera; Ronald Reagan fue actor, como lo era el actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski
Gregorio Ortega Molina
No es ocioso insistir en que nuestro destino está comprometido y sujeto al desarrollo y resultado de la próxima sucesión presidencial. Para entenderlo, iniciamos con una pregunta cuya respuesta es sabida: ¿aguantaría AMLO que desde la oposición le espetaran, a voz en cuello, ¡Ya cállate chachalaca!?
Quien quiera sea la candidata o candidato de la oposición, debe comprender, desde ahora, que no competirá contra cualesquiera de las corcholatas o un “corcho tapado”, sino en contra de Andrés Manuel López Obrador y todo el peso de su poder, de su sueño, sumados a la infraestructura del Estado.
No nos confundamos, dista mucho de ser manejada como una elección de Estado. Se trata de que quien hoy mangonea desde la cúpula va a participar y va a imponer a un sucesor; no, impondrá a su hija o hijo, porque hereda el gobierno como si fuese de su propiedad.
Imposible establecer analogías o buscar paradigmas que puedan guiarnos en el análisis de lo que se avecina. No podrá preverse el inicio, su desarrollo y el final. Como oportunamente señaló Ricardo Raphael: usualmente las corcholatas van al cesto de basura.
Me pregunto si el presidente de México se ha preparado lo suficiente como para evitar que su proyecto sean ensombrecido por un Daniel Aguilar Treviño o un Mario Aburto. ¿Estará dispuesto a asumir la responsabilidad legal, constitucional, política y personal, para que la vida de los candidatos esté permanentemente protegida por su aura de poder y porque en que lleguen vivos le va su lugar en la historia? ¿Elegirá los abrazos y seguirá tolerando los balazos, siempre y cuando no sean en su contra?
Como lo ha mostrado López Obrador en su proceder y sus dichos, no es hombre de respetar la ley y obedecer el mandato constitucional, si en ello le va su futuro en el Olimpo de los estadistas, que él cree tener asegurado. No tolerará que le salgan conque la ley, es la ley.
Encima del cúmulo de irregularidades electorales sobre el cual se montará la sucesión presidencial, aparece la mayor carencia y la más difícil de subsanar: el proyecto. No existe y no visualizo a un grupo de académicos e intelectuales, ajenos a los que tradicionalmente se han comprometido, sin dejar atrás cola que les pisen.
Y ¿qué con el hombre o la mujer que ha de vencer a AMLO? Que no piensen en los tradicionales políticos de partido. Vaclav Havel fue un intelectual; Dilma Rousseff fue guerrillera; Ronald Reagan fue actor, como lo era el actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
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Se niegan a ver analogías, nexos, consecuencias de los asesinatos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, con los ocurridos en El Salvador. Allá ejecutaron al jesuita salvadoreño Rutilio Grande y al franciscano nacido en Italia, Cosme Spessotto. Marcó el preludio de la guerra civil salvadoreña (1980-1992).
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