La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La ecuación es al revés: si buscan vivir de forma honrada, van directo al infierno
En ocasiones, hay tal ramplonería para analizar fenómenos tan significativos, como lo es el de los trabajadores migratorios, que nos da la pauta para entender por qué estas cosas, además de que no se resuelven, cada día empeoran. Veamos.
Por supuesto que el crimen organizado tiene metidas manos y patas en el asunto, extorsionan a los migrantes, los secuestran, los matan, lucran con su necesidad de buscar un destino (la mayor de las veces ilusorio), que les permita tener un modo honesto de vivir.
Claro que la atávica crisis estructural de los países subdesarrollados, los convierte en expulsores de fuerza de trabajo (cuestión que no se resuelve, de fondo, con dádivas disfrazadas de programa social), al no tener la suficiente oferta de empleo en su mercado interno.
Desde luego que, estos trabajadores, son pieza fundamental en el funcionamiento de las economías desarrolladas (quien lo dude, que revise la teoría de los mercados duales de Michael Piore), sin su contribución, los países del Primer Mundo colapsarían. Lo anterior, quedó demostrado con la disminución de los flujos migratorios por la pandemia, lo que provocó una crisis en las cadenas productivas, debido a escasez de mano de obra.
Tampoco hay duda, de que las policías fronterizas, en este caso de Estados Unidos y México, están corrompidas, lo que da lugar a tragedias como la ocurrida en las cercanías de San Antonio, Texas, donde 53 seres humanos murieron por asfixia en la caja de un tráiler.
Por último, diremos que, si el problema no se soluciona o, por lo menos, se atenúa para respetar los derechos humanos de los migrantes, es por un motivo: el capital hegemónico no está dispuesto a sacrificar, un peso de ganancias, para respetar la dignidad humana.