La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Su licenciatura fue en el 68-71 y se doctoró en el 85-88, lo demás es extracurricular
Rafael Caro Quintero, el llamado narco de narcos, es un hombre en la etapa final de su vida, setenta años cumplidos, no obstante, el interés que tienen sobre el capo las autoridades de Estados Unidos, es por lo que sabe respecto del caso de Enrique Camarena.
En efecto, el homicidio del agente de la DEA en 1985, junto con el piloto mexicano Alfredo Zavala, es una afrenta que el tío Sam considera que, aún, no está saldada.
Más allá de la detención de otros personajes involucrados en el asesinato, como Rubén Zuno Arce, cuñado de Luis Echeverría, que después de 23 años preso murió en una cárcel de Los Angeles, la agencia antinarcóticos quiere llegar a su ‘verdad histórica’ y esto implica a un personaje clave de la 4T: Manuel Barttlet Díaz.
El ahora titular de la CFE, fungía en aquel entonces como secretario de Gobernación y hay versiones, en el sentido, de que estuvo presente cuando se torturaba a Camarena en la casa, justamente, de Zuno Arce.
Detrás de la ejecución hay un tema fundamental en la historia de Centroamérica: el affaire Irán-Contras, operación prohijada por la CIA (con el concurso de narcos y funcionarios mexicanos, entre otros), para financiar a los mercenarios anti sandinistas.
Dicha trama, de acuerdo a lo que se sabe, fue descubierta, en caminos alternos, por el periodista Manuel Buendía y, precisamente, por Enrique Camarena, ambos pagaron con su vida, el enterarse del ilegal y fallido operativo.
Después de más de siete lustros, los únicos protagonistas vigentes son Caro y Barttlet, los demás están muertos o retirados.
De lo anterior, se deriva el valor estratégico de la posible extradición del capo a los Estados Unidos: que cuente cual fue el papel del gobierno de México, por medio de la figura de don Manuel, en esta funesta historia muy al estilo de la siniestra central de Inteligencia.