CUENTO
Allá, en algún lugar de ninguna parte, existió alguna vez un país, habitado solamente por panuchos negros y salbutes blancos. Un Dios, extinguido hace ya miles de millones de años, los había creado así: unos para mandar, y otros para… ser esclavizados.
Los panuchos, habían sido creados por aquel Dios todopoderoso para solamente ser humillados, maltratados y vejados por aquellos salbutes que, solamente por ser de color blanco, se creían “superiores” en raza y demás aspectos físicos.
Dios, aquel ser muy bueno y bondadoso, había creado -ningún humano pudo llegar jamás a descubrir exactamente cómo- a unos salbutes que -en su gran mayoría- parecían no poseer corazón, aquel órgano que para los humanos siempre fue sinónimo de “Bondad, amor, amistad y demás patrañas”
Y es que, a decir verdad, los maltratos de los salbutes blancos contra los panuchos negros, era algo que en verdad habría hecho llorar a aquel animal de dos brazos y piernas, extinguido ya también hace millones de años, igualito que aquellos otros animalitos muy graciosos que tuvieron el nombre de “Dinosaurios”
Ahora, en este mundo llamado “Ratier”, construido en su totalidad con los miles de millones de toneladas de basura, que los humanos habían dejado por su paso por este lugar, solamente lo habitaban puros robots.
La historia de aquella raza rara, la cual, su gran mayoría, había vivido y existido de manera idiota y sin sentido, ahora, solamente era “Historia”, historia que solamente en los libros virtuales se podían leer. Y, en esos mismos libros, que todo el tiempo volaban como pájaros por el aire, también se podía leer la historia de aquellos panuchos negros, a quienes su dios creador parecía haber odiado, por el simple hecho de haberlos creado de color negro, y no blanco, como a los otros.
En el tiempo actual – el año 6,000-, este mundo lo habitaban puros robots. ¡Y todos ellos tenían el mismo color!: el gris. Por lo tanto, aquí, jamás surgiría lo que sí surgió en aquel país llamado “U.S:A.me”. “El Racismo”
Porque en este mundo de puros robots, todos, absolutamente todos, ganaban, comían y cagaban la mismo: rueditas de acero. ¡Todos eran iguales entre sí!
¡Nadie era superior a nadie! ¡Nadie era inferior a nadie! Este sí que era un mundo perfecto, un mundo feliz…, que aquel Dios imbécil, creador de “U.S.A. me” y de la raza humana extinguida, jamás tuvo la puta gana de crear. Y él, junto con los humanos que lo habían “adorado”, ¡también se había extinguido!
FIN
Anthony Smart
Mayo/13/2022