La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La candidatura se revienta por lo más Delgado…o sea, el istmo
El 1 de diciembre de 2018, en la ceremonia de investidura en el Congreso local, Cuitláhuac García Jiménez, se convirtió en el primer gobernador de MORENA, días después, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, asumirían similares cargos.
Viene a cuento recordar el dato, ya que, justamente, la sucesión en Veracruz, será la primera en la que un gobernador de MORENA, busque entregar el puesto a un candidato de MORENA, es decir, en todos los procesos estatales que la 4T ha ganado, lo hizo ante mandatarios de otros partidos.
El asunto no es sólo anecdótico, implica que, como en toda sucesión, el Ejecutivo en turno tiene voz, voto y veto en la selección del candidato(a), con todo y el presidencialismo exacerbado que vivimos, la anuencia local es necesaria…por el bien de la institucionalidad.
No hay que remontarnos mucho tiempo atrás, para tener un ejemplo contundente, de lo que implica que un aspirante no cuente con el apoyo del virrey aldeano: en 2016, desde la CDMX, designaron a Héctor Yunes como abanderado del PRI para la gubernatura, después de lo cual, fue público y notorio que, Javier Duarte, no lo apoyó, el resultado fue la derrota.
En este contexto, queda claro que el presidente López Obrador no es un suicida, tiene el colmillo retorcido y, por lo tanto, sabe que tiene que consensar con el Cui. Imponerle un suspirante en el marco de la elección presidencial, sería un despropósito terrible.
Así pues, quien resulte nominado(a), provendrá del grupo en el poder, si es la o el mejor, si le cae bien o no a los medios, si gana o pierde, es otro cantar. No olvidemos la fórmula: 10% de veracruzano(a) y 90 % de lealtad. Sencillo, pero complicado de entender.