Don Adolfo Ruíz Cortines es recordado como mexicano de excepción, uno de los mejores presidentes de nuestra historia, entregó su vida a México con la congruencia de su enorme capacidad y genuina austeridad republicana, supo a su vez marcar una notable distancia y diferencia con su polémico antecesor y paisano Miguel Alemán Valdez.
Don Adolfo fue el último de los presidentes nacidos en el siglo XIX y que también participó activamente en la Revolución, fue hijo póstumo del agente aduanal Adolfo Ruiz Tejeda y de María Cortines Cotera. Nació el 30 de diciembre de 1890 en el puerto jarocho y desde muy temprana edad sorteó las adversidades propias de su condición de huérfano moldeando una personalidad excepcional, así como un sentido del deber y responsabilidad sin tacha, pero también una gran bonhomía acompañada de la agilidad mental y mesurado humor negro que fueron sin duda manifestaciones de su notable inteligencia. A la par de su trayectoria como político y estadista son muchas las anécdotas que dan cuenta de uno de los mejores presidentes que ha tenido México.
Don Adolfo fue un hombre que, dentro de su decencia y austeridad, siempre dominó la responsabilidad de la investidura presidencial, su manejo del idioma fue perfecto y nunca tuteó a nadie, siempre vistió elegantes trajes cruzados, cortados a mano y usualmente usó corbata de moño y sombrero. En una ocasión, durante su campaña llegó a una localidad donde lo esperaba el pueblo en masa vitoreándolo, ¡a su lado un veterano hombre del pueblo gritaba a todo pulmón” Arriba Ruíz Cortines! ¡Arriba mi viejito!” lo cual repetía sin cesar hasta el punto de volverse francamente molesto, en eso, Don Adolfo sin perder su característica postura le espetó “Compañero, ¡viejita su tiznada madre!”
En otra ocasión siendo ya presidente se presentó a verlo un tipo originario de Alvarado, Veracruz, al que apodaban “El Negro” y quien se anunció de manera grosera e irrespetuosa diciendo que él había apoyado la candidatura de Ruíz Cortines para Gobernador de Veracruz y que venía a cobrar el favor pues necesitaba dinero para su campaña para diputado, Don Adolfo fastidiado, aseguró que el Negro ya lo había confundido con la Beneficencia Pública, censuró sus formas irrespetuosas y decidió entonces darle una lección. Hizo al Negro, hacer antesala varios días, cuando al fin lo recibió, le dio un fuerte abrazo y le entregó un voluminoso fajo de billetes, el Negro salió feliz, casi ni se despidió, sintió haber logrado el negocio de su vida al recibir el paquete, pero su sorpresa fue mayúscula cuando desenvolvió el fajo y se percató que eran billetes de baja denominación que sumaron a lo mucho tres mil quinientos pesos.
Don Adolfo fue presidente de 1952 a 1958, su administración destacó por un impecable manejo de las finanzas y la administración pública, fue un conciliador y hábil negociador que mantuvo el control de los problemas sociales, instauró el programa de “Marcha al Mar” para aprovechar los recursos pesqueros del país, repartió tierras a los campesinos y los apoyó con seguros, estimuló la vivienda, el apoyo a burócratas, a la industria, la petroquímica, la salud pública así como a la construcción de presas, caminos, escuelas y hospitales y en un momento estelar de la conquista de Derechos en México, concedió el voto a la mujer. A su pesar y por causas ajenas a su administración tuvo que devaluar la moneda, sin embargo, su sexenio ha sido uno de los de mayor crecimiento y estabilidad económica para los mexicanos.
Al concluir su mandato, poco después, se retiró a su natal Veracruz, donde vivió siendo un ejemplo de institucionalidad y discreción, vivió de manera modesta y solía dar paseos por el zócalo jarocho, lustrándose los zapatos, tomando café y jugando domino, una de sus aficione, con sus antiguos amigos. Murió el 3 de diciembre de 1973 en su casa del puerto y rodeado del cariño de México.
Hay sin embargo dos sucesos importantes en su trayectoria antes de ser presidente: el primero ya comentado en este espacio, sucedió cuando en mayo de 1920 y en su carácter de pagador de las fuerzas de Jacinto Treviño, le correspondió hacer el inventario del tesoro nacional que dejó el Presidente Carranza en los trenes tras la batalla de Aljibes. Don Adolfo reintegró el tesoro completo al gobierno, no se perdió un solo centavo de esos millones de pesos en oro, plata y valores abandonados en los vagones de ferrocarril.
La segunda historia y también relacionada con su etapa revolucionaria, se dio cuando siendo Don Adolfo, Secretario de Gobernación con Alemán y claro precandidato a la Presidencia de la República, entonces en aquel fuego amigo tan característico de los regímenes priistas, varios adversarios pretendieron descarrilar su candidatura por medio de una cobarde injuria.
Resulta que a finales de 1951, se publicó un desplegado en la prensa, firmado por varios veteranos como Francisco J. Mujica y Jesús Romero Flores entre otros, donde afirmaron que un tal Adolfo Ruíz Cortines sirvió al gobierno norteamericano de ocupación en Veracruz en 1914. Lo anterior era evidentemente una falsedad, pero los enemigos ocultos y visibles de Don Adolfo se ampararon en una publicación de abril de 1915 del icónico diario jarocho “El Dictamen”.
En ese entonces las hemerotecas no contaban con los recursos actuales ni mucho menos existían los archivos digitalizados, razón por la cual Ruiz Cortines envió a Veracruz a Humberto Romero, “El Chino,” que a la postre fue Secretario de Prensa durante su sexenio y a su secretario particular de apellido Olmos a buscar la publicación. Los enviados se entrevistaron con el Director de “El Dictamen” quien los condujo a las bodegas donde con fortuna encontraron el ejemplar con la injuria. La publicación parecía ser original, sin embargo, “El Chino” Romero pudo acreditar mediante un peritaje que la nota fue alterada, se pudo demostrar que lo hizo un antiguo adversario de Don Adolfo, al final su nombre quedó sin mancha y Ruíz Cortines se hizo candidato y a la postre unos de los mejores presidentes de México.