La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ante ciertas circunstancias de vida, la amenaza de que te irás al infierno pierde sentido
De acuerdo a información periodística, los mineros de los pozos de carbón, como el de El Pinabete, trabajan a destajo y les pagan por tonelada extraída alrededor de 120 pesos y, de acuerdo a las horas que laboren, pueden ganar hasta 4 mil pesos semanales.
No sobra decir que, las condiciones de trabajo, son infames: sin equipo y ropa adecuada, sin estudios geológicos que aseguren la fortaleza del pozo, sin seguridad social…sin futuro.
Otro dato que no se debe excluir, es que la mayor parte del carbón es comprado por la CFE, por lo tanto, de alguna manera, avalan la explotación ejercida contra esos obreros.
El fenómeno es añejo, sin embargo, poco o nada se ha hecho para corregirlo.
Son, justamente, los accidentes que cobran víctimas mortales, lo que provoca la atención mediática sobre el contexto en que se desempeñan los jornaleros. La presunta supervisión de las secretarías de Economía y del Trabajo, no remedia nada.
Así pues, el accidente del pasado tres de agosto, en el que hubo 10 muertos, es una constante en la zona, según el informe ‘El carbón rojo de Coahuila: aquí acaba el silencio’, se contabilizan al menos 310 siniestros en los que murieron hasta 3 mil 103 mineros.
Cabe subrayar que, posterior al suceso, el gobierno federal no ha escatimado recursos para auxiliar a los excavadores, sin embargo, el resultado no ha sido exitoso.
La pregunta es: ¿cuánto dinero se ha invertido en el rescate?, lo ignoramos, pero debe ser mucho, a lo que se agrega que, cada familia, será indemnizada con 4.7 millones de pesos.
¿Se imaginan las oportunidades de progreso que los diez difuntos habrían tenido si todo ese capital se hubiese aplicado en su pueblo?
Necesitaron morir así, para que la prosperidad llegará a la mesa de sus familiares.