La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Para su desventura, ser chairo, no es un fenómeno global
Mal tiro del presidente López Obrador, cuando intenta convertirse en un líder mundial, sin hacer giras por las distintas regiones del orbe para consensar sus propuestas.
El pasado 16 de septiembre, el tabasqueño aprovechó para plantear un plan de paz desde el zócalo de la Ciudad de México, pensando que el hecho, en sí mismo, le generaría la admiración y reconocimiento mundial. El pacifismo es políticamente correcto supuso.
No obstante, la primera descalificación provino de Mykhailo Podoliak, asesor del jefe de la Oficina del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, quien en su cuenta de Twitter dijo:
“Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. Andrés Manuel López Obrador, ¿su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan ruso”.
En pocas palabras, el ucraniano está acusando al Tlatoani de oportunista, además de sugerir que, su propuesta, es una ocurrencia al entrecomillar la palabra plan.
Desde luego, AMLO se vio obligado a responder y señaló que desecharon su ideario ‘por sectarismo o intereses de élite’, lo cual fue un intento de control de daños.
Sin embargo, lo que el señor presidente no entiende, es que para hacer diplomacia debe comenzar por viajar, entrevistarse con otros líderes nacionales y cabildear, grillar, consensar, como lo quieran definir, para poder construir una propuesta VIABLE, no se trata de un asunto de buenas intenciones.
Basta recordar a Yasser Arafat, Fidel Castro, Hugo Chávez, Xi Jinping o el Papa Francisco, para comprender que los liderazgos se edifican sobre la base de las relaciones políticas, no caen del cielo. Caray, si para llegar a la Presidencia recorrió el país hasta el cansancio: ¿qué le hace suponer que va a ganar presencia global desde Palacio Nacional?