La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Parajoda radioactiva: un aspirante a zar asolado por el complejo de Sansón
Mucho se ha dicho que, Vladimir Putin, aspira a restaurar el territorio de la extinta Unión Soviética no para reponer el socialismo, sino, para revivir los tiempos de gloria de los zares, por ello, lleva el mote del ‘zar blanco’.
Sin embargo, cuando el ex integrante de la KGB lanza simuladas amenazas de recurrir a las armas nucleares en su guerra contra Ucrania, más que parecerse a Nicolás II, recuerda al siniestro personaje Gregori Rasputín, conocido como ‘el monje loco’.
Lo de ‘mad monk’, no fue, precisamente, por su conducta de hombre sensato, todo lo contrario, se autoproclamaba santo y ‘sanador’, achaques de demencia que Vladimir también padece al sentirse: el salvador de la gran Rusia.
En este contexto, las insinuaciones de Putin, no pueden ser tomadas sólo como un blof con ánimos de amedrentar a sus adversarios, el tema es muy serio, lanzar un proyectil con carga atómica, puede abrir las puertas del infierno (literal), por lo tanto, nadie saldría bien librado.
El dirigente ruso, además, alienta tal retórica por medio de personeros como Olga Skabeyeva, conocida como la ‘muñeca de hierro’, quien comentó en horario estelar de la TV rusa, que Putin debió lanzar un ataque nuclear durante los funerales de Isabel II, ya que, había decenas de líderes occidentales.
Desde luego, la necedad ha hecho presa del autócrata y sus seguidores, pues si decide usar armas de extinción masiva, deben tener por seguro que ellos también se irían al carajo.
La Destrucción Mutua Asegurada, garantiza, por paradójico que suene, la renuncia al uso de las armas nucleares, sin embargo, un líder fuera de sus cabales, no piensa más que en alcanzar la ‘gloria’. Usar el botón nuclear para sembrar tormentas, es cosa de enfermos.