Como lo hemos venido informando desde finales de 2021, la economía de los países más ricos del mundo ha venido en picada y con ellos la de todos los demás. El sufrimiento que esta crisis global autogenerada por seis de los cinco miembros del llamado G7 y potenciada por la invasión de Rusia a Ucrania apenas empieza a admitirse.
Si los políticos encargados de las finanzas públicas y de la política monetaria de EUA, Alemania, Inglaterra, Francia y Canadá hubiesen sido honestos a finales del 2021 cuando la inflación se empezó a sentir en sus países, hoy no estaríamos donde estamos. Esa es la cruda verdad y quien no lo admita o es un mentiroso o un ignorante, simple y claro.
Lo advertimos, se agarraron pidiendo prestado, imprimiendo dinero y diciendo que la inflación era moderada, pasajera y no riesgosa. Pero a 12 meses de esas estúpidas declaraciones ninguno de ellos admite su error y de hecho ahora parecen estar divididos entre ellos.
Los llamados Bancos Centrales como la FED de EUA y sus similares de Europa han iniciado de manera tardía un incremento en las tasas de interés, lo que naturalmente afectará el ya incipiente crecimiento económico post Covid19. Pero por otro lado sus colegas encargados de las finanzas públicas de esos mismos cinco países parecen adictos al gasto y a pesar de ser los primeros responsables de esta inflación, siguen gastando a lo loco, endeudando a sus países e imprimiendo dinero como si esto fuese gratis. Hace dos años los Bancos Centrales estaban muy silenciosos cuando los ministros de finanzas y los líderes de esos países encendían las máquinas de hacer dinero sin que ninguno de ellos se preguntase si el aumento de circulante en contraste con la disminución de los bienes disponibles en el mercado desataría una carrera inflacionista no vista en 40 años.
Si usted nota un tono de molestia en mis comentarios, entonces usted está en lo correcto. La razón es simple. Las políticas financieras y monetarias de esos señores están afectando a sus ciudadanos y a los ciudadanos de casi todos los países del mundo incluido el nuestro. Esas políticas no solo han arruinado los avances económicos de millones de personas que habían logrado salir de la pobreza, sino que además han llevado a la pobreza a millones de personas de la llamada clase media en decenas de países del mundo. Simplemente veamos los aumentos en el costo de los alimentos y de los artículos de primera necesidad y ni hablemos de las rentas de viviendas medias.
Y ahora después del niño ahogado, con un tono de “pues ya ni modo”, Jerome Powell presidente de la Reserva Federal de los EUA nos dice que las presiones y la inflación no se asentarán sino hasta el 2025 ¿Qué? Y esto se corona con su frase del jueves pasado cuando advirtió “… esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor…” esto mientras nuevamente el presidente de EUA enciende la maquinita del dinero y anuncia un programa para perdonar más de $500 mil millones de dólares en deuda estudiantil.
Si volteamos a Reino Unido veremos que, así como EUA están en recesión, pero no le quieren llamar así y por su lado también anuncian subsidios multimillonarios para apoyar a familias que deben de escoger entre pagar sus recibos de energía eléctrica o pagar los alimentos del mes.
Alemania por su lado está igual con subsidios a diestra y siniestra al tiempo que disminuyen su planta productiva pareciendo olvidar que mayor dinero y menos bienes generan inflación.
Así las cosas, el mundo está en el umbral de una recesión generalizada causada por la falta de responsabilidad de quienes en el 2021-2022 prefirieron escuchar el canto de las sirenas y desatender las señales de alarma que eran obvias, muy conocidas y mucho más fáciles de identificar que los síntomas del Covid19.
Pero no solo Europa y EUA están sufriendo, -dejando los problemas internos de China que se cuece aparte- el poderoso Japón padece una de sus más severas crisis cambiarias. Es tan seria que el gobierno central el viernes pasado se vio obligado a intervenir para evitar que su moneda -el Yen- siguiera cayendo de manera apresurada. El Yen enfrenta su peor crisis de los últimos 25 años lo que ya está afectando a las familias del imperio del sol naciente quienes se ven obligadas a pagar más por muchos de los bienes de consumo diario incluidos alimentos y energéticos que importan de otros países. En tan solo nueve meses el Yen ha perdido más del 20% de su valor frente al dólar y casi un 50% en tan solo dos años pasando de $100 yenes por dólar a $145 al inicio del viernes negro de la semana pasada. Mr. Suzuki ministro de finanzas de ese país ha dicho que estarán atentos las 24 horas del día para frenar esta devaluación acelerada con medidas parecidas a las de la semana pasada cuando remataron miles de millones de dólares en el mercado cambiario para poder frenar la caída de su moneda, asegurando que “… definitivamente no se puede pasar por alto el exceso de volatilidad cambiaria…”
El futuro del crecimiento económico mundial se ve a la baja, el propio FMI ha modificado a la baja las proyecciones de crecimiento de los países del mundo para el cierre del 2022. Así las cosas, el crecimiento proyectado del mundo bajo de 3.6% a 3.3%, el de China pasó de 4.4% a 3.3 %, el de Europa pasó de 2.8% a 2.6%, el de EUA de 3.7% a 2.3%, el de Japón de 2.4% a 1.2% y e de Alemania de 2.1% a 1.2%. El mismo organismo mundial recatalogó un PIB al alza en Brasil de 0.8% a 1.7% y en nuestro querido México de 2.0% a 2.4%. Ya veremos, pero lo que es innegable es que las tasas de interés de casi todo el mundo están al alza en una lucha por contener la inflación, pero esto traerá como consecuencia una recesión que ya inicio en EUA y en otros países que se niegan a admitirlo por razones políticas.
Cuando veas la barda del vecino derrumbar, pon la tuya a remozar dice el refrán. De Berlín a Londres, de Nueva York a Tokio la gente gana más dinero, pero su poder adquisitivo se ve disminuido por una inflación que supera los aumentos salariales de años. Amarrémonos el cinturón -de nuevo- y preparémonos para el impacto frontal del huracán económico que apenas nos está llegando. Reconozcamos que no todas las políticas económicas, comerciales y energéticas de los países más ricos son correctas ni para nosotros ni para ellos.