La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Lo triste para él, es que ni calladito lo verán bonito
De todos los villanos, impulsados en el imaginario colectivo por el presidente López Obrador, sin duda, Felipe Calderón Hinojosa, es el favorito, la vívida personificación del mal, hasta Salinas de Gortari, se queda atrás del michoacano.
Desde luego, todo empezó en el 2006, cuando las autoridades electorales reconocieron el triunfo de Calderón sobre AMLO, por un mínimo porcentaje de 0.58%, lo cual no fue admitido por el tabasqueño y sus huestes, que acusaron fraude electoral.
Claro está, que el panista puede ofrecer su versión y negar tal señalamiento. En el marco de los datos duros, no hay pruebas contundentes, todo son presunciones, aunque queda entendida, la imposibilidad de llegar a una conclusión racional, cada quien tiene su verdad.
Sin embargo, hay dos asuntos por los que, Felipe, debería optar por hacer voto de silencio y no opinar sobre temas de la realidad nacional, insistimos, se sugiere como una decisión personal, no hay ley que lo obligue al mutismo.
Bien, los temas en cuestión son, la militarización de la Seguridad Pública y el involucramiento de su zar antidrogas, Genaro García Luna, con el crimen organizado.
En el primer caso, Calderón puede argumentar lo que guste, pero, está impedido de criticar lo que el actual gobierno haga al respecto, tuvo su tiempo y no lo resolvió.
Ante el affaire García Luna, el ex presidente queda anulado de facto, no es posible que ignorara lo que hacía el funcionario en el que depositó su mayor confianza, sino sabía muy mal y si estaba enterado, peor. La sensatez indica que, lo mejor, es que se quede callado.
No obstante, si quiere confirmar que es pequeño, que siga hablando.