En el presente, la digna profesión de la abogacía gira alrededor de un protagonista. Todo lo que estudiamos, pensamos, razonamos, debatimos, argumentamos, tiene un destinatario. O, mejor dicho, un objetivo: luchar contra la arbitrariedad, la ignorancia en la aplicación de la ley, la violación de las garantías constitucionales, las decretales y ocurrencias del Poder Ejecutivo Federal, —a quien habría que llamar el causante de tantas injusticias, impudicias, deshonestidades, complicidades—. Él es el rey. Muchas veces tiránico, despótico, irracional. Esa forma de actuar para la justicia es repelente, repulsiva. La abogacía la aborrece. Pero es la destinataria de los conocimientos de las togas libres cuando litigamos.
Hay “Siervos de la Nación” que en sus decires contra la abogacía independiente, refieren que sus ocurrencias y decretales se encuentran siempre apegadas al Principio de Legalidad, al Estado de Derecho, a la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos; esos gobernantes manifiestan siempre su decidida voluntad de cumplir siempre con la ley. Sin límites.
La realidad es otra y muy diferente.
A esas autoridades les distinguen sus imprudencias al hablar, pensar y actuar, en sus decires no comprenden los conceptos de verdad y justicia, actúan con una lluvia de dichos, omisiones y complicidades, no son coherentes, ni hacen lo posible por serlo, ello es sin duda su signo de mal actuar.
Bien sabido es que el Palacio Nacional, es uno de los más bellos significativos, elegantes, impresionantes y célebres del mundo. Ahí precisamente ha sentado sus reales la gobernanza que propicia nuestros litigios, bregas, desvelos, estudios, pensares, argumentos, penares, nuestra búsqueda de justicia. Gobernanza sui generis, provocadora de injusticias, arbitrariedades, atentados en contra de nuestra Carta Magna.
Sostener en los presentes momentos políticos palabras como las expuestas, producen estremecimiento. Qué tal si el imponderable ocupante de aquél señorial inmueble, por una de esas tortuosidades del destino a que tan acostumbrados estamos los postulantes, no modifica su forma de actuar y mantiene su necedad de seguir y completar la obra cumbre de su sexenio, la cuál deviene en destruir nuestras leyes, en seguir pisoteando con su actuar el espíritu de la Carta de Carranza, de seguir protegiendo a la delincuencia política, de pretender perpetuarse en el poder.
Vaya brega de la profesión de la abogacía. Ojalá el destino permita que se adecúe México a la protección de sus leyes y con ello se evite más impunidad, más alianzas con la narco-delincuencia.
La historia sigue corriendo y la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, está consciente que la justicia no triunfará por sí sola. Para que triunfe ha de tener letrados que litiguen a favor de ella y México es un gran semillero de abogados que bregan y piensan en favor de la Justicia.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del
Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..