La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Mientras a los menos los incluyen por su habilidad con la pelota, los más viven ‘en pelotas’
Es curioso observar, como varias de las selecciones nacionales de futbol europeas, tienen como base a jugadores afrodescendientes, de origen árabe y/o musulmán, mientras que, en sentido contrario, en esos mismos países, la ultraderecha xenófoba gana fuerza electoral.
Por ello, no obstante, las contribuciones de estos atletas, en los estadios suelen ser insultados por motivos raciales.
Sería interesante, hacer un estudio para saber que cantidad de migrantes logran la movilidad social, es decir, prosperan a pesar de su condición de extranjería, porque a simple vista, podríamos determinar que existe un doble rasero y sólo se apoya a todos aquellos que otorguen un plus al país receptor, ora en materia científica-tecnológica, pero, sobre todo, en el deporte.
Así pues, esta ‘apropiación’ de talentos, es una política focalizada que, en el fondo, sigue ignorando el fenómeno de los flujos migratorios cualquiera que sea el origen de los mismos, provocando con ello, una violación constante de los derechos humanos de las personas en esta situación.
Tales transgresiones, consisten en salarios precarizados, negativa a otorgarles cualquier tipo de prestación social, además de culparlos de todos los males que aquejen a las naciones que los reciben, son utilizados para los trabajos de mayor riesgo sanitario o físico y encima de todo, los tratan como a ‘ciudadanos’ de cuarta.
En suma, la inclusión de deportistas con diferente origen étnico, sólo obedece a un par de objetivos: obtener galardones para solaz del imaginario colectivo local y promover una falaz idea de inclusión, en una Europa que, afirman, es cuna del progreso civilizatorio.