Es enorme la polémica que genera la presencia de las fuerzas armadas en tareas que tradicionalmente habían sido llevadas a cabo por civiles. Hoy podemos ver a los ingenieros militares construyendo el AIFA, el Tren Maya y a marinos administrando y controlando la seguridad de puertos y aeropuertos entre otras funciones. Lo anterior será siempre fuente inagotable de debate entre apologistas y detractores del actual régimen, incluso lo seguirá siendo más allá del 2024.
En un acto de elemental justicia, hay que tomar en consideración que las fuerzas armadas jamás pidieron estas comisiones, les fueron ordenadas por su comandante supremo y soldados, marinos y aviadores siguiendo estrictamente los preceptos castrenses y la sólida doctrina militar mexicana se han aplicado a cumplir órdenes y a honrar su tradición de lealtad única en Iberoamérica, no en vano el lema de los ingenieros militares en Santa Lucia fue: “Cumpliremos la Misión”.
Sin embargo, hay un punto en el cual no debería existir polémica sino empatía con los miembros de las fuerzas armadas y es el que corresponde a su presencia en labores de seguridad pública. México sufre de una crisis de inseguridad que desde hace lustros lesiona a la sociedad y a los ciudadanos en vidas, integridad y patrimonio. No es un asunto privativo o imputable a una formación política en particular, pues todas hasta el momento han fracasado en esta tema sensible y espinoso en los tres niveles y órdenes de gobierno.
Es una realidad que las policías municipales y estatales están superadas por el problema, que no tienen capacidad ni preparación para hacer frente al crimen organizado, muchas veces su ineficacia se refleja no solo en la omisión sino en la comisión de delitos al hacer frente a la delincuencia. Los referentes son incontables y seguramente en un futuro no muy lejano engrosaran los libros de historia, van desde corporaciones policiacas completas integradas a las nóminas de los criminales o a aquellos casos tan comunes en los cuales los policías al recibir llamados de auxilio ante una emergencia, “llegan tarde” al lugar de los hechos para evitar enfrentarse a los delincuentes, dejando a las víctimas y ciudadanos en un estado de total indefensión.
A todo lo anterior se suma el flagelo de la corrupción, los policías, sobre todo en estas temporadas de fin de año, están más preocupados por infraccionar automovilistas y obtener “mordidas” ya sea para cubrir la cuota con sus superiores o asegurar su navidad, que a combatir a los delincuentes del fuero común que también andan desatados buscando hacerse de dinero para las fiestas de fin de año.
Ante lo anterior solo queda una institución capaz de brindar seguridad y paz al país: las fuerzas armadas, incluso en recientes sondeos y encuestas los militares representan a la institución más valorada por los mexicanos, tan solo por detrás de la familia y aun por encima de las instituciones religiosas. Ello da cuenta no solo del reconocimiento a su indiscutible presencia como uno de los pilares de nuestra memoria histórica sino a la extensa labor social que realizan a través de acciones como el Plan DN III y a entidades como la soberbia educación militar mexicana que forma a hombres y mujeres dentro de las más altas virtudes y valores que distinguen a lo mejor de la condición humana. Las fuerzas armadas no eligieron salir de sus cuarteles a combatir el crimen, lo hicieron respondiendo a un espíritu de abnegación y sacrifico, de patriotismo.
Al hacerlo supieron que se enfrentarían a labores que no les correspondían, pero tampoco podían dejarnos a merced de las policías. Los soldados, marinos y aviadores no fueron formados para salir a las calles, ello implica el desgaste y los riesgos que conlleva estar operando entre la población civil, si se dan abusos y excesos no son el sello ni la orden de las fuerzas armadas, son acciones de individuos en particular, no en vano existe un principio general de Derecho que reza: “se juzga a los individuos, no a las instituciones”.
Se ha censurado que la Guardia Nacional pertenezca ahora al Ejército, pero no se recuerda que siempre fue así, los famosos Zacapoaxtlas del Cinco de Mayo eran Batallones de la Guardia Nacional. Tampoco se tiene presente que, en el polémico debate presidencial de 1994, Diego Fernández de Cevallos propuso la reactivación de la Guardia Nacional conforme a lo que establece nuestra Constitución.
Por cierto, hoy los oficiales de la Guardia Nacional, se están formando en el Heroico Colegio Militar lo cual significa que contaran con los mismos valores y adiestramiento que los oficiales del ejército de tierra. Se objeta la incorporación de los guardias nacionales a la SEDENA, pero no se critica que la Guardia Civil española o los Carabinieris italianos sean ramas de sus respectivas fuerzas armadas.
En 2015, Francia sufrió ataques terroristas de fundamentalistas islámicos, entonces el gobierno galo implementó la “Operación Centinela” la cual sigue vigente con la misión de enfrentar amenazas terroristas, defender a la población y puntos sensibles del territorio. Se desplegó a soldados, marinos y aviadores por toda la geografía francesa, pronto se vio a rudos legionarios en uniforme de campaña y con fusiles FAMAS al hombro, patrullando las inmediaciones de la Torre Eiffel, aeropuertos, estaciones de tren y sitios turísticos en ciudades como Marsella.
Nadie se rasgó las vestiduras, ni dijeron que el presidente François Hollande ni su sucesor Emmanuel Macron, actualmente en funciones, militarizaron a Francia, al contrario, los franceses privilegiaron el interés nacional sobre las disputas políticas, conjuntaron esfuerzos y contuvieron la amenaza a su nación. Las comparaciones suelen ser odiosas, pero en este caso es obligado mirar a Francia en el espejo de la “Operación Centinela”, debemos sustraer el alarmante problema de la inseguridad pública de los intereses y las contiendas políticas y electorales para unir fuerzas y apoyar los soldados que se juegan la vida en las calles, para tener empatía con una institución que representa lo más granado de nuestra memoria histórica, para no olvidar a las viudas y huérfanos de la caídos en cumplimiento de su deber en estas jornadas actuales y recientes.
La Guardia Nacional se incorpora a este esfuerzo, ojalá muy pronto releve a los soldados y marinos, seguramente con las generaciones de guardias que egresen del Heroico Colegio Militar, la Guardia Nacional estará a la altura de las expectativas, hoy el enemigo no es un Winfield Scott ascendiendo a Chapultepec o un zuavo en las estribaciones de los cerros de Loreto y Guadalupe, el enemigo son esos criminales que nos intentan robar México, cerremos filas con nuestros soldados en las calles y seguramente estos años amargos pronto serán afortunadamente solo un recuerdo lejano.