Héctor Calderón Hallal
No… definitivamente no es lo mismo.
A un dirigente –que no es lo mismo que un líder- le da igual “atrás que en ancas”. Su compromiso es con su propio plan, con su meta establecida… no con su conciencia ni con sus emociones… menos con sus razones.
Por el contrario y como ejemplo, para un padre, encontrar el nombre de su criatura, es un proceso donde se inspira, descubre y redescubre a cada momento de sus primeros gestos y balbuceos, la estética, la vocación y la razón de ese nuevo ser que llega a su vida. Y en función de eso lo nombra, asignándole muchas veces un destino manifiesto, invariablemente de grandeza. Es la inspiración del que ve con ojos de amor; inspiración que se torna aspiración.
Lo mismo sucede con el creador de una obra, sea musical, literaria, pictórica o escultórica… se inspira y aspira a lo mejor para su creación.
Pero para un dirigente ordinario, ambicioso, darle nombre o etiquetar una categoría conceptual, un modelo político o una corriente del pensamiento, resulta un mero acto ordinario, de trámite, sin trascendencia alguna, porque no le resultó oneroso; en pocas palabras, no tiene ni idea del costo de esa creación… o de engendrar esa criatura venida al mundo… según sea el caso.
En un evento en la Cámara de Diputados, este lunes pudo el suscrito percatarse una vez más, de la importancia que reviste la preparación académica y para la vida, en todo oficio o profesión.
Fue en el acto de presentación del libro “Ignacio García Téllez, ideólogo desconocido del cardenismo”, autoría de Luis Medina Peña, exdiputado y profesor emérito del CIDE.
Ahí se pudo ver a por lo menos dos profesionales de la ciencia política, -practicada y estudiada- descubrir con respeto por los conceptos y cuidado con las imprecisiones, el nombre del modelo político aplicado en nuestros días por la mayoría de las democracias en América Latina y en muchos países del mundo.
Tratando de esbozar algo más parecido a la tercera transformación de la socialdemocracia de Anthony Giddens, al legado del suceo, Olof Palme… que al del británico Tony Blair; que dista mucho de aquella ‘Tercera Vía’ de Santo Tomás de Aquino, no obstante la gran dosis de tolerancia y afán de encuentro que de desencuentro, tiene el discurso del santo católico dedicado a la metafísica.
Pudimos ver a estos dos políticos profesionales, uno exgobernador de Coahuila y docente de profesión, Rubén Moreira; el otro, un consumado politólogo, exdiplomático, exlegislador y extitular de diferentes áreas y dependencias de la administración pública federal, Heriberto Galindo Quiñones; ambos imbuídos en el quehacer intelectual también desde hace tiempo, tratando de formar parte de una discusión ventilada públicamente, acerca del nombre del modelo político que instauró el actual Gobierno Federal desde el inicio de la actual administración.
Heriberto Galindo Quiñones (PRI) planteó recuperar el nacionalismo revolucionario, actualizarlo, mezclarlo con la socialdemocracia y buscar para México una tercera vía, donde no imperen ni el neoliberalismo ni el populismo; atroces ambos.
Por su parte, el coordinador de los diputados del PRI, Rubén Moreira coincidió con Galindo y reconoció: cuando tomamos el neoliberalismo, dejamos una parte importante de nosotros.
Al final la coincidencia… pero igualmente, una actitud de respeto entre sí, pero sobre todo, de respeto a la propia ciencia, a la historia.
Muy diferente a la actitud asumida por el presidente López Obrador, a quien el destino hizo dirigente de un movimiento y usufructuario de una coyuntura política sin tener la mínima condición de líder que encabece a una sociedad entera.
Se puede ser dirigente formal… pero no a la vez un líder, ni moral ni formal.
Entonces sí, como una “auténtica chachalaca”, rellenó el tiempo que le quedaba en el formato de su programa cómico-mágico-musical mañanero, después de varios anuncios a lo largo de la semana, de que por fin había encontrado un nombre para el modelo político que él -con su gobierno “innovador”- aplica en México (porque al parecer ni él mismo lo sabía)… el “humanismo a la mexicana”.
“¡María purísima!” dijera mi abuela….. ¡Cuánto ocio!.
Humanismo, seguramente como el que profesa para con los niños con cáncer.
Humanismo, como el que le lleva a actuar contra el desabasto de medicinas en el sistema de hospitales públicos.
Humanismo, como el que nos muestra en su congruencia al celebrar con gracejadas todas las mañanas, las masacres en muchos estados del país, gracias a su política de no intervención con la fuerza pública contra los narcotraficantes, pues para ellos solo “abrazos no balazos”… aunque estén muriendo en servicio y siendo humillados, cientos o miles de policías, soldados y marinos.
Por cierto, señor presidente, humanismo es el modelo al que aspiraban los fundadores del PAN en nuestro país; ese partido al que Usted ha vilipendiado y humillado desde el poder en numerosas ocasiones. Asi que…
No es lo mismo inspirarse y aspirar… que el resoplido accidental del asno aquel que tocó la flauta.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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