Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Aunque nadie lo dice abiertamente, todos lo saben: en Morena todas las decisiones importantes las toma una sola persona, que no es otro que Andrés Manuel López Obrador.
Entre esas decisiones se encuentra naturalmente la postulación de los candidatos de ese partido a los principales cargos de elección popular, como las senadurías, algunas diputaciones y presidencias municipales, especialmente las gubernaturas y, próximamente, la candidatura presidencial.
Es el ejercicio de lo que en teoría política Jorge Carpizo llamó las “facultades metaconstitucionales” del presidente de la República, erigido en “gran elector”.
Una de las prácticas que dieron forma y sustento al sistema hiperpresidencialista del PRI durante el siglo XX, del que abreva completa y directamente el lopezobradorismo, tanto en sus orígenes políticos como en su concepción del país.
Así que cuando el presidente habla de que los candidatos de Morena se elegirán a través de encuestas, en realidad de lo que habla es de que al final el gran encuestado será solamente él. Por lo menos, hablando de las candidaturas que le representen mayor interés.
Es ésta una forma de mantener el control y de cerrarle el paso a las inconformidades, pues a última instancia, desconocer el “resultado de las encuestas” equivaldría a oponerse a los designios del “gran elector”, que como sabemos no acepta el mínimo disenso ni el más leve asomo de un criterio diferente al suyo.
Esto viene a cuento porque conforme se acercan los tiempos electorales, el régimen comienza a acomodar sus piezas en las candidaturas clave, de acuerdo con los intereses creados a su alrededor y a los que el grupo en el poder promueve para mantenerse ahí.
En el Estado de México fue más que obvio el “dedazo” que impuso nuevamente como candidata a la delincuente electoral –así sentenciada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación- Delfina Gómez, quien pertenece al círculo de confianza de López Obrador.
En cambio, en Coahuila la decisión se decantó en favor del empresario carbonero Armando Guadiana, singular personaje que recuerda al cacique “Don Perpetuo” de la revista “Los Agachados” de Rius, y que ha hecho carrera política en Morena a punta de billetazos como financiador de campañas y aportador de “cash”, el conocido modus operandi del lopezobradorismo.
Aunque el otro aspirante a la candidatura morenista en Coahuila, Ricardo Mejía –quien cínicamente busca cargos mientras sigue cobrando como funcionario federal- desconoció los resultados de la “encuesta”, terminará sometiéndose a lo que le indiquen en palacio nacional. A menos que quiera ser defenestrado.
El propio López Obrador lo dejó en claro este martes: “yo estoy totalmente de acuerdo con este método y el que participa en una encuesta tiene que aceptar el resultado”.
¿Diría lo mismo si, hipotéticamente, la encuesta para la candidatura presidencial la ganara Ricardo Monreal o Gerardo Fernández Noroña? Si nunca ha aceptado una derrota electoral, menos un proceso de designación de candidatos en el que no ejerza la “facultad” de decidir quién sí y quién no va.
Hace unos días, de visita en el puerto de Veracruz, López Obrador fue cuestionado sobre si la secretaria de Energía Rocío Nahle es ya la virtual candidata morenista a la gubernatura, a lo que el presidente respondió “no, no, no”, seguido de un “rollo” de como 20 minutos para terminar diciendo que la candidatura se determinará a través del mismo método, la encuesta.
Muchos quisieron interpretar esa respuesta como un descarte de Nahle, pero no es tal. Tan solo es jugar el mismo juego y simular que se va a “consultar” a la gente una decisión que solo uno va a tomar.
Eso no quiere decir tampoco que, como sesgadamente se le inquirió, López Obrador ya se decidió por la zacatecana Rocío Nahle para Veracruz. Esa candidatura dependerá de quién sea al final postulado por el régimen para la Presidencia. Y tampoco es un hecho que ya sea Claudia Sheinbaum.
La única “encuesta” que vale en Morena es la que contestará “ya saben quién”. Y como pasó con todos sus antecesores, la circunstancia pesará más que todo lo demás.
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