• La violencia y muerte en carne propia
• Algo sigue pudriéndose en México
La violencia no se vive hasta que no se siente en carne propia. Esta mañana me llamó el amigo y colega Alejandro Lelo de Larrea, compañero de batallas diarias, para informarme que gente mala asaltó la casa de su novia y asesinó a su madre.
Qué experiencia tan dramática cuando la perversidad toca las fibras más íntimas del ser humano.
No es el asesinato de la madre de Carmen un hecho aislado. La violencia en el país y, hoy por hoy, en Michoacán está en un impresionante caldero de aceite hirviendo.
Los asesinatos del Vicealmirante y del marino, el domingo, son la muestra de que los sicarios del crimen están dispuestos a todo no importando lastimar a quien sea, inclusive a sí mismos. El asesinato de la madre de Carmen no indica otra cosa.
La violencia del crimen común, del crimen organizado y el narcotráfico se les escurrió de las manos a las autoridades estatales y federales.
Ya pueden pronunciar los más contundentes discursos sobre la prevención de la violencia, sobre la coordinación entre las agencias gubernamentales encargadas de la seguridad; sobre la “disminución” de los índices de violencia; sobre la detención del Z-40. Lo verdadero es que hay una conspiración de alguien muy poderoso, cuyo búnquer está en el corazón del Imperio del mal, que pretende desestabilizar, como en lo pasado, a la sociedad, al Estado, a las instituciones y al gobierno mismo.
Sospechosismo puro, pero no se explica de otra manera la escalada de violencia en México. A falta de información, piensa mal y acertarás.
Las bandas del narcotráfico, avaladas por sistemas financieros corruptos, y del crimen globalizado, suplantaron ya la subversión de aquellas agencias de espionaje como la CIA, cuyo papel era, hasta no hace muchos años, hasta antes del S11, de la destrucción de las Torres Gemelas, desestabilizar, crear conflicto y tumbar a gobiernos democráticos e instaurar un Estado perverso dentro de un Estado fallido.
Y nadie está a salvo. Sin deberla ni temerla, la madre de Carmen fue asesinada en su propia casa. A qué entraron los criminales. ¿A robarle? ¿A asesinarla? Qué pretendían los asesinos de los dos marinos en un camino vecinal de Michoacán, cuando el Vicealmirante iba de vacaciones, según se dice.
Ni duda cabe que la estrategia de seguridad pública, la inteligencia policial y militar, están fallando. ¿O es una perversa estrategia para controlar a los pueblos? Y el país prácticamente está en manos del crimen organizado.
Michoacán es escenario cotidiano de violencia, de asesinatos, de ingobernabilidad total porque los gobernantes locales nunca pudieron, ni pueden, ni podrán tomar las riendas de la seguridad. Si no toman las riendas de su propia vida. Imagine. Criaron cuervos y ahora estos le están sacando los ojos a todo el que se deje. Muchos años de irresponsabilidad, de inconciencia de los gobernantes de uno y otro signo.
El presidente Peña Nieto dice estar dispuesto a que la paz retorne a Michoacán. Pero cómo. Qué hará para que ello ocurra, cuando Familia y Templarios, por lo menos, y me atrevería a asegurar que cuerpos policiacos fuera de control son los amos y señores de esas tierras que con tanto amor amó Tata Vasco.
La historia de violencia lleva ya muchos años y el poder del crimen, organizado e institucional, se ha enraizado. Los criminales no tienen respeto por nada ni por nadie, ni por ellos mismos. Dispuestos a morir por quién sabe qué causa, generalmente solapados por policías criminales, por autoridades criminales. Hacen de las suyas con supina impunidad.
Qué más da que la Procuraduría General de la República haya logrado que los tres detenidos por el asesinato de los marinos hayan confesado ser empleados de los Caballeros Templarios, con el mandato de matar por una recompensa prácticamente ridícula. El problema no se resolverá con esa acción ministerial. El cáncer que corroe a Michoacán y a México es más hondo. Puede ser, no lo sé de cierto, el despertar del México Bronco del que advirtió aquel dictador que un día emigró a París porque otros dictadores le dijeron quítate que ahora me toca a mí.
Algo ha estado podrido, sigue podrido y sigue pudriéndose en esta sociedad de mexicanos que no miran más allá de sus narices.
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