* ¿Tomaron en cuenta el efecto de tantos días de vacaciones juntos? ¿Dónde irán? ¿Para qué les alcanza? ¿Qué harán con su ocio? ¿Tienen la capacidad educativa y cultural para aprovecharlo? O de plano empezarán a darse cuenta de que les han tomado el pelo de lo lindo, y darán rienda suelta a las ganas del desquite
Gregorio Ortega Molina
Sólo la palabra puede contribuir a sustraernos -de manera definitiva o no- a la realidad. Ya sea que la digamos, lo soñemos, la supongamos, la inventemos. Es por ella que determinamos el surgimiento de la idea y la manera de disponer de la imaginación. Lo que no es, lo suponemos o lo soñamos.
Es el instrumento ideal para la mentira. Así la serpiente engañó a Eva. De idéntica manera, con cada conferencia presidencial matutina nos doran la píldora, y los medios de difusión convencidos de cumplir con su cometido profesional, reproducen el engaño y lo magnifican a niveles insospechados, con la encomienda de que los gobernados supongamos, o soñemos, o creamos a pies juntillas que tenemos al mejor presidente del mundo, que estamos a un tris de devenir Dinamarca y que ha cumplido todas y cada una de sus promesas. ¿En qué medida son sus cómplices esos difusores del engaño?
Los demás, los asistentes al salón de la Tesorería o a las otras improvisadas salas de conferencia, así como los que boquiabiertos lo escuchan en la radio, la TV o en streaming, apenas aciertan a autoconvencerse de que están ante David Copperfield, o los magos de la corte egipcia, o ante el mismísimo Jesús, cuando el presidente de la República sólo es copia fiel de Beto el Boticario, y complacidos debemos gritarle: ¡Bravo, mago, magazo!, como lo hicieron los valedores de ese cómico.
Hasta el momento Andrés Manuel López Obrador ha logrado sustraerse a la realidad por su palabra, su ingenio, su imaginación, su capacidad de reinventar a los mexicanos un mundo nuevo cada día, pero no querrán ver lo que sucederá en el ámbito social una vez que la inflación los venza, y los ingresos de las tarjetas del bienestar que reúnen las familias dejaron de alcanzarles para las chelas, la motita, la botella, y luego para la comida y los útiles escolares, y un segundo par de zapatos.
¿Tomaron en cuenta el efecto de tantos días de vacaciones juntos? ¿Dónde irán? ¿Para qué les alcanza? ¿Qué harán con su ocio? ¿Tienen la capacidad educativa y cultural para aprovecharlo? O de plano empezarán a darse cuenta de que les han tomado el pelo de lo lindo, y darán rienda suelta a las ganas del desquite.
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@OrtegaGregorio