El fuero del que han gozado los legisladores locales y federales en México fue concebido como un escudo democrático y un garante de la independencia entre los poderes de la Unión. Sin embargo, como suele suceder en nuestro país, una herramienta de buena fe, se convirtió en una de impunidad.
No son pocos los atropellos a la ley que han cometido legisladores en las últimas décadas y que van desde exabruptos de prepotencia al calor de unos tragos hasta a un Julio Cesar Godoy Toscano sobre quien pesó una orden de aprehensión y burló a las autoridades para tomar protesta como diputado del PRD en la LXI Legislatura y así adquirir la inmunidad que otorga el fuero.
Hasta hace poco era recurrente la imagen del diputado empistolado, los referentes son abundantes, así como los incidentes de legisladores asociados armas de fuego. En los testimonios gráficos de la Soberana Convención de Aguascalientes entre octubre y noviembre de 1914, se aprecia a los asistentes armados e incluso amagaron con descargar sus revólveres sobre Antonio Díaz Soto y Gama cuando injurió al lábaro patrio en el conocido “incidente de la bandera”.
Cuatro años después en 1918 el diputado Miguel Peralta sostuvo discusiones y diferencias en Congreso de la Unión, con el General Juan Banderas “El Agachado” de filiación zapatista y villista, días más tarde se encontraron en la famosa pastelería “El Globo”, el corpulento “Agachado” intentó golpear a Peralta y este descargo su pistola sobre Banderas, por supuesto el fuero legislativo libró a Peralta de ser sometido a juicio. También Gonzalo N. Santos, referente de excesos e impunidad, en sus “memorias” da cuenta de infinidad de incidentes con pistolas al interior del recinto legislativo.
En años más recientes y cuando el México bronco de las primeras décadas del siglo pasado parecía ser cosa del pasado, un joven Diego Fernández de Cevallos era un combativo legislador del PAN, cuando los diputados de oposición de contaban casi con los dedos de las manos, ahí coincido con Don Chema Martínez, probablemente el mejor líder cañero en la historia del país.
Don Chema era diputado federal gracias a esas cuotas que el PRI entregaba a Don Fidel Velázquez y la otrora poderosa CTM. El “Jefe Diego” con la agilidad mental que lo caracteriza, en una sesión decidió apuntar sus baterías sobre Don Chema y no cesó de insultarlo llamándolo “líder charro”, hubo un momento en que el azucarero jalisciense no toleró un insulto más, desenfundo su escuadra y la apuntó sobre la sien del Jefe Diego quien evidentemente ya no lo volvió a insultar.
Evidentemente todos estos antecedentes, han derivado en filtros y candados como por ejemplo prohibir en el reglamento de la cámara de diputados el ingreso de armas de fuego al salón de plenos o de sesiones en el recinto legislativo de San Lázaro. Es a partir de aquí donde se dio en días pasados un acto de rudeza innecesaria por parte del Diputado Santiago Creel Miranda, abogado, ex senador y diputado, ex secretario de gobernación y actualmente como diputado federal de nueva cuenta, presidente de la cámara de diputados. Resulta que, en días pasados al reanudarse el periodo de sesiones, se hizo una petición a la Secretaria de la Defensa Nacional para que tropas hicieran los honores a la bandera, como usualmente se estila dando solemnidad al acto republicano.
El Diputado Creel en una expresión de rudeza innecesaria negó el ingreso a la bandera de guerra con escolta y banda de guerra bajo el argumento de que sus miembros portaban sus fusiles de cargo y está prohibido el ingreso de personas armadas al salón de sesiones. En ese momento Creel se erigió en el defensor de la legalidad y las legiones de detractores del régimen se escandalizaron esgrimiendo la risible acusación de que el poder legislativo se ha pintado de verde olivo. Muy lejos quedó la digna postura de Creel cuando en el pasado desfile militar del 16 de septiembre fue el único opositor en el presídium. Una cosa muy distinta es un diputado o su guarura armado y otra una bandera de guerra de una unidad del ejército.
Es legítimo y obligado disentir en democracia, eso constituye el alma del sano equilibrio político que debe gozar nuestro país, pero pretender usar a las fuerzas armadas con la finalidad de golpear al régimen o al presidente, es francamente perverso. La presencia de las tropas en la cámara de diputados obedeció a los usos y costumbres del ceremonial republicano, no en vano en los muros de honor de los congresos locales está inscrito el Ejército Mexicano con letras de oro. Agraviar a una institución que tiene sus antecedentes aun antes de la consumación de la independencia es agraviar a México.
Olvidan también estos aguerridos pacifistas que más allá de las misiones para garantizar la soberanía y la paz interior de la nación, las fuerzas armadas constituyen un formidable motor para labores sociales y de asistencia a la población ante cualquier eventualidad, su cercanía con el pueblo es notable y vemos los campos militares abiertos los domingos para que los niños y sus familias convivan y se diviertan, el sistema educativo militar es sin duda una de las glorias de México y una oportunidad de superación sin privilegios.
A su vez las fuerzas armadas de México son las más leales e institucionales de Iberoamérica, ahí está el ejemplo de los conatos recientes de los militares brasileños contra Lula, los golpes en Bolivia u Honduras o incluso los amagos golpistas a fines del siglo pasado en España y Portugal países miembros de la comunidad europea, algo que en México desde la rebelión Escobarista en 1929, es simplemente impensable. No en vano las fuerzas armadas mexicanas han servido con lealtad a comandantes supremos emanados del PRI, del PAN y de MORENA que se escindió del PRD que fundó el Ingeniero Cárdenas.
Por la formación de Creel me resulta asombrosa su postura, más viniendo de alguien que ya fue jefe de gabinete y por ende cabeza del gabinete de seguridad, además de que en su función de Secretario de Gobernación debió llevar las relaciones con los otros poderes de la Unión, el legislativo y el judicial.
Tal vez lo que el Diputado Creel busca, es que México como lo hizo Costa Rica en 1949 proscriba a su ejército y que el Partido Acción Nacional asuma las labores de defensa exterior y coadyuve a la seguridad interior del país. Si mi apreciación es equivocada, creo que lo más decente sería extender una disculpa pública al Ejército Mexicano, pues como dijo Don Jesús Reyes Heroles: en política la forma es fondo.