Joel Hernández Santiago
Cuba fue y ha sido, por muchos años, referencia amistosa de los mexicanos. Durante años esto ha quedado demostrado porque en las buenas y en las malas, en las duras como en las maduras, los mexicanos nos hemos volcado en favor del pueblo cubano. Y hemos visto con admiración y cariño todo lo que nos conecta con su espíritu latinoamericano…
Somos fervientes admiradores de su música, de su literatura, de sus expresiones populares, de sus artistas siempre pródigos en cultura… Esto es así, antes y ahora. Antes de la Revolución Cubana que se entronó entre 1958 y 1959 y a partir de entonces la llegada de esa promesa de justicia social, de igualdad, de repudio a los abusos, a las injusticias.
Por mucho tiempo, aquellos que abrevamos en las lecciones del marxismo, leninismo, engelsismo y toda aquella idea del socialismo como fuente de igualdad y de honorabilidad en la que el hombre habría de ser el artífice de su vida en comunidad y todo aquello que muchos envidiábamos del cambio cubano.
Veíamos cómo el gobierno de Fidel Castro imponía su reciedumbre al gobierno estadounidense; que plantaba cara en defensa de su gobierno y del ideal social que perseguía.
Repudiábamos las intromisiones estadounidenses en territorio de Cuba y gritábamos “¡Fuera yanquis de Cuba!”. Sí, siempre lo hacíamos porque lo creemos muchos de nosotros mexicanos al grito de guerra. Porque veíamos las amenazas a Cuba como si fueran amenazas a nosotros mismos que ya habíamos sufrido invasiones estadounidenses y mutilación de nuestro territorio.
No todos estaban en esto, por supuesto, pero sí millones de quienes aspirábamos a sentir los aires de la justicia social y que un país entero se decidiera a vivir su propia vida y a decidir su futuro en base a la doctrina marxista-leninista… y así.
Cuando ocurrió el tema de los misiles en 1962 y el mundo estuvo en vilo, los mexicanos apoyamos a Cuba. Era una amenaza que no debíamos permitir. Pero también sabíamos el grado de riesgo que esto significaba. Y miles de mexicanos salieron a las calles para exigir respeto por los cubanos. Quizá eso, lo dicho: no olvidábamos la vieja historia de agravios del norte en contra de nuestro territorio y en contra de nuestra vida.
Todavía recuerdo la dedicatoria de Gastón García Cantú en su libro sobre “Las invasiones norteamericanas en México” y en la que suscribe: “A la memoria del mexicano que disparó, certero, contra el soldado norteamericano que izaba la bandera de las barras y las estrellas en el asta del Palacio Nacional de México, el 13 de septiembre de 1847.”
Por tanto, era natural que los mexicanos volcáramos nuestra defensa en favor de Cuba y del pueblo cubano; de su gobierno y de la voluntad de los habitantes de la isla por enfrentar al gigante del norte.
Si. Pero el tiempo se agotó. La democracia en la isla no aparecía por ningún lado. O no en la certidumbre social, por cierto. Las libertades fueron acotadas: la libertad de expresión fue una de las primeras en caer en nombre de la Revolución Cubana. La de tránsito. La de poder salir de Cuba al exterior… y tanto más que preocupaba a quienes vemos en la democracia y en las libertades sociales y derechos humanos como regla de vida y no excepción de vida.
A la muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre de 2016 las cosas tomaron rumbos diferentes y la transformación se expresó en endurecimiento para muchos que disentían de la forma de gobernar, de hacer gobierno y para quienes la Revolución Cubana había tropezado en sus aspectos de libertades individuales y colectivas…
En julio de 2021 hubo manifestaciones masivas de cubanos exigiendo libertades, exigiendo ser ellos mismos, exigiendo democracia. A gritos de “libertad” y “abajo la dictadura” miles de cubanos se lanzaron a las calles ese domingo en más de 20 localidades del país, en la mayor protesta ocurrida en la isla en los últimos 60 años.
Lo que empezó como una manifestación en San Antonio de los Baños, al suroeste de La Habana, se extendió como chispa en polvorín por todo el país. Y ese mismo domingo, Díaz-Canel respondió llamando a los seguidores del gobierno a salir a las calles. La confrontación propiciada estaba a la vista. Al final de cuentas mediante formas extremas de control aquel movimiento se abortó.
El gobierno mexicano apoya al gobierno de Miguel Díaz-Canel desde diciembre de 2018. No ha dejado de gritar a los cuatro vientos que ya se deje el gobierno de Estados Unidos de bloquear a Cuba y que ese gobierno es ejemplo de buen gobierno…
Durante la pandemia de Covid el gobierno mexicano pidió al cubano que enviara médicos a México para apoyar en la crisis de salud. No importaba si en México hubiera médicos dispuestos para esta tarea. Con el pretexto de que muchos de estos doctores no querían ir a atender enfermos a lugares alejados y distantes, se dijo que los cubanos ayudarían.
Y se pagaron grandes cantidades de dinero para el gobierno cubano –no a los médicos que vinieron-. Y se les tuvo en los grandes hospitales de salud en México. Nunca se les envió a las comunidades lejanas y aisladas por las que tanto criticó el gobierno mexicano a los doctores mexicanos. No.
Y ya hoy se piden más médicos cubanos para apoyar al sistema de salud en México. ¿Son en verdad necesarios habiendo tantos médicos en México que merecen esas plazas y a los que hay que proteger porque muchos serían enviados a zonas de peligro por el crimen organizado?
No importa que los médicos cubanos lleguen a ayudar en donde ya se tiene con qué ayudar. Pero es capricho de gobierno y ahí están los médicos cubanos que –visto bien- no tienen la culpa de las decisiones de sus gobiernos. Y no es una dádiva graciosa y por apoyo a México.
En todo caso, como parte de un estado de propaganda y de necesidad de encabezar un latinoamericanismo mal entendido, en su viaje a México (Campeche) al presidente cubano Miguel Díaz-Canel el gobierno mexicano le otorgó la medalla del Águila Azteca por sus contribuciones en favor de México… ¿Cuáles? ¿Y qué culpa tiene la medalla emblemática?