Por María Manuela de la Rosa Aguilar
Este jueves Rusia lanzó un ataque masivo contra instalaciones clave de Ucrania, por lo que crece el riesgo de un accidente nuclear, que sería de gran magnitud y pone en peligro al planeta entero.
No obstante, el Ministerio de Defensa ruso aseguró que lanzó misiles hipersónicos durante el ataque, en represalia por una supuesta incursión en su territorio el pasado 2 de marzo, lo cual atribuyó a “saboteadores” ucranianos. Un discurso muy típico de la propaganda populista, de una doblez insultante hasta para el más mínimo entendimiento, puesto que quien invadió Ucrania, un país soberano, fue precisamente Rusia.
Por su parte el presidente ucraniano Volodímir Zelensky, denunció las que denominó “tácticas miserables” rusas, ya que los ocupantes sólo pueden aterrorizar a los civiles.
El ataque con misiles alcanzó 10 de las 27 regiones de Ucrania, entre ellas la capital, Kiev, afectando infraestructuras energéticas. Aunque la defensa antiaérea derribó 34 de los 81 misiles lanzados por los rusos. Esta táctica rusa se ha estado empleando desde octubre del año pasado sobre instalaciones vitales, logrando cortar los servicios de agua y electricidad que abastecen a millones de personas que quedan sin calefacción; y en un invierno glacial como el de esa región del mundo, representa un riesgo mortal para la población.
Este jueves los ataques comenzaron de madrugada cuando la gente aún dormía. Los servicios de inteligencia norteamericanos estiman que Rusia no puede ganar mucho terreno este año debido al gran número de bajas, sus problemas para reponer las reservas de armas y municiones y el poco potencial de reservistas que sustituyan las bajas, aunado a la falta de un liderazgo legítimo y la baja moral de las tropas, que operan en condiciones muy adversas, sin suficientes apoyos logísticos. Pero, precisamente debido a estas debilidades en el teatro de operaciones, propiciaría que Putin decida prolongar la guerra, pues no cesa en su empeño por ganar a toda costa.
La pérdida de vidas humanas, sobre todo de civiles inocentes no sólo se contabiliza en números, tras estos frecuentes ataques indiscriminados, hay miles de historias desgarradoras que tratan de minar a un pueblo que ha mostrado su valor ante la adversidad, su nacionalismo y un espíritu de lucha por mantenerse en pie, con un paradigmático sentido del patriotismo, sentimiento adormecido en esta era de la globalización.
Y lo más delicado aquí, hablando de globalización, es el riesgo para el planeta entero, de lo que poco se habla y el mundo está ajeno. Pero es tan real que ya los expertos han alertado sobre ello. La central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, que ha estado en manos de los rusos, ha tenido varias fallas con el suministro eléctrico y ahora tras el ataque con cohetes, la última línea de comunicación del sistema eléctrico fue cortado, por lo que se ha advertido el alto riesgo que existe de un accidente en la planta, que actualmente opera con generadores de diésel y si no se recupera la alimentación eléctrica, las consecuencias serían impredecibles. Y es la sexta vez que esto sucede desde que la planta fue tomada por las tropas rusas. Los 18 generadores de diésel sólo pueden mantener la central por 10 días. Todas las centrales nucleares necesitan energía de forma constante para mantener los sistemas de refrigeración y así evitar una fusión nuclear, pero por lo visto, la inconciencia de los mandos rusos puede provocar una tragedia, que en principio acabaría con todo el personal ahí destacamentado.
Este jueves en Viena, ante el Consejo de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU, su director, Rafael Grossi, que ya ha hecho varios llamados de alerta, advirtió nuevamente del riesgo que la humanidad corre. Y ante el pleno reiteró su petición, que ha planteado desde el año pasado, la necesidad de crear una zona especial de protección, señalando que los ataques a infraestructuras civiles recién perpetrados, como otros anteriores, constituyen crímenes de guerra. Enfatizó preocupado: “Es la sexta vez, lo repito, la sexta vez, en que la central ha perdido todo el suministro externo y ha tenido que operar en modo de emergencia”. Y claramente señaló que está “perplejo por la complacencia de la organización que dirige y cuestionó “¿qué estamos haciendo para impedir que esto ocurra? somos el OIEA, se supone que nos importa la seguridad nuclear” y recriminó a su junta directiva: “cada vez que pasa estamos lanzando los dados … y si permitimos que esto ocurra una y otra vez, algún día se nos acabará la suerte.”
Lo que procedería para proteger estas instalaciones estratégicas es que las fuerzas de ocupaciòn rusas se retiren de las instalaciones y devuelvan el control a los expertos ucranianos, desmilitarizando la zona, lo cual ha sido apoyado por el Secretario General de la ONU, Antonio Gurerres, durante su visita a Kiev el pasado miércoles 8, aunque rechazada por el Ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien acusó al funcionario de falta de neutralidad.
Esta advertencia debe tomarse muy en serio, ya que viene de un diplomático del más alto nivel que dirige la OIEA, organismo integrado por los científicos más calificados del mundo, muchos de los cuales están precisamente en Ucrania para prestar su apoyo técnico, como observadores y expertos, pero sin duda exponiendo sus vidas estoicamente, con un muy alto sentido del deber y un profesionalismo que dadas las circunstancias raya en el heroísmo.
Grossi, como diplomático que es, difícilmente se expresaría tan abiertamente, de no ser porque la situación lo amerita, por lo que señalamientos tan alarmantes no pueden ser más que el grito desesperado que trata de evitar una tragedia de dimensiones inconmensurables.
Tomar muy en serio esta advertencia, y la solución está en la concertación de las grandes potencias, aunque parezca un reto imposible, por el bien de la humanidad debe imperar la sensatez.