Documental Político
Emilio Trinidad
Mitómano consumado, Andrés Manuel López Obrador -que ha devaluado la investidura presidencial más allá de lo imaginado-, día con día se llena la boca de un cinismo tan grotesco que causa náusea, y aún y cuando falta menos de año y medio para que concluya su catastrófica administración, sigue culpando al pasado de todo cuanto malo sucede en este país de mexicanos enmudecidos ante su barbarie política.
Tan falso como su honestidad, está convencido que son sus enemigos -no él- los que “se conducen con autoritarismo, hipocresía e intolerancia y por ello quieren que se cancelen las ´mañaneras´, para que sólo hablen ellos, porque tienen estrategias perversas e inmorales; por eso se desesperan, ofuscan y enseñan el cobre”.
Esclavo de su vanidad y atado a sus fantasías, el hombre que quería ser rey, igual de dañino que un huracán, va dejando desgracia y desastre a su paso pero se ufana e hincha el pecho pensando que su gobierno va requetebien, y engañado por su perversa conciencia, afirma que “por eso México ocupa un lugar muy importante en la encuesta mundial de felicidad”, cuando el país está manchado de sangre frente a una delincuencia que no combaten, un crecimiento económico que no existe, una corrupción como nunca antes, una miseria que crece y se extiende por todo el territorio nacional.
Nuestra nación está muy lejos de ser un país con justicia y respeto a los derechos humanos, no sólo de los migrantes sino de todos los ciudadanos; lejos, muy lejos de lograr niveles de salud como en Dinamarca; a años luz de tener una empresa estable y productiva como asegura es Pemex, y así, con su larga lengua, llena de veneno, confirma que a él le conviene la polarización que rechazan hasta sus compañeros de partido y colaboradores como Ricardo Monreal Ávila y Marcelo Ebrard, porque a él lo siguen los rijosos y pendencieros.
Dice el que se cree Quetzalcoatl (porque está cierto que representa la deidad, la vida, la luz, la fertilidad, la civilización y el conocimiento), que “en México ya no hay ciudadanos manipulables, porque ya no hay fanatismo político”, cuando con sus programas clientelares disfrazados de “asistenciales”, se la pasa repartiendo dinero -que no es suyo-, despensas y promesas que sabe que no va a cumplir, a los millones de pobres que tiene hipnotizados de dádivas, de tanto engaño y cautivos precisamente del fanatismo que su secta ha impuesto a esos nobles, ignorantes y muy manipulables mexicanos.
Tenían razón: López Obrador es un peligro para todos.
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