* En doscientos años transitamos del acta de Independencia, al amago de que pronto, muy pronto pudiera ser sustituida por un acta de defunción
Gregorio Ortega Molina
Endilgarle las pillerías de la 4T cometidas en Segalmex a la inocencia o senectud de Ignacio Ovalle, equivale a señalar a la oligarquía, a los enemigos del cambio, como promotores de la quema y previsible asesinato de Norma Lucía Piña. Ninguno de ambos hechos hubiera podido suceder, sin el concurso del enorme desquiciamiento social propiciado por la presidencia de la República.
Vivimos inmersos en un costoso desorden legal, administrativo y, lo peor porque propicia desconfianza, jurídico en relación a la certeza del cumplimiento de acuerdos o contratos o convenios entre particulares y con otras naciones. Es su forma de garantizar que se cumplirán los compromisos preelectorales adquiridos para llegar, por eso ahora se niegan a cumplir con el mandato constitucional e irse. Como dijo Carlos Salinas de Gortari a Raúl Salinas Lozano: se tardaron mucho en llegar, pero llegaron.
El ambiente social, político y familiar en México es de crispación, porque hay una importante pregunta para la que no se tiene respuesta, pues aceptar lo que sucede sería igual a condenarnos a una enfermedad terminal, a un suicidio colectivo, a un desahucio de esta patria que con tanto dolor construyeron a partir de 1821. 33 por ciento de los electores les entregaron su futuro, y a cambio recibieron fosas clandestinas, extorsión, violencia y, si bien les va, una lanita cada dos meses, para irla pasando, de ninguna manera para vivir.
En doscientos años transitamos del acta de Independencia, al amago de que pronto, muy pronto pudiera ser sustituida por un acta de defunción. No es un juego de palabras ni mala leche, es lo que puede suceder a esta patria nuestra, como consecuencia de las políticas públicas impuestas por la 4T.
Vienen con todo para arreciar las crispaciones. Se servirán de sus mejores armas: la murmuración, la mentira y el escarnio, difundidos en las redes sociales. Lo apunta Irene Vallejo en El negocio de la furia: “Los radicales no quieren debatir, sino atraparnos en la disputa digital. Están más obsesionados por el ruido que por las nueces”.
La violencia será la de la palabra, que también mata, y de peor manera, porque al soltarlas dejan escapar esa saliva que salpica maledicencia, escarnio, frustración, y destruye a toda la familia sin importar que él o los culpables fueron señalados desde el poder.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio