SENTIDO COMÚN
Gabriel García-Márquez
Por fin se logró realizar la venta del legendario avión presidencial, que fue comprado por el expresidente panista Felipe Calderón y que únicamente fue utilizado por el expresidente priista Enrique Peña Nieto, pero que el actual presidente Andrés Manuel López Obrador se negó a utilizar.
Un avión que podría transportar a 240 pasajeros, con una adaptación especial a todo lujo, que se convirtió en una promesa de campaña difícil de cumplir.
Finalmente, luego de tanto batallar, la aeronave Boeing 787 fue adquirida por el gobierno de Tayikistán, un país con una población de 10 millones de habitantes, que después de pertenecer a la URSS, desde hace 30 años es gobernada por el dictador Emomalí Sharípovich Rahmón, quien desde 1994 es uno de los líderes más influyentes de Asia Central.
Es importante destacar que Tayikistán es uno de los 44 países del mundo que no tienen salida al mar, de manera que el avión les cae como anillo al dedo.
Aun cuando originalmente el precio de venta del avión presidencial era de 218 millones de dólares, se terminó vendiendo en 92 millones de dólares, debido a la depreciación y al tipo de aeronave que no a cualquiera le llegó a interesar.
Durante cuatro años se estuvo ofertando la costosa aeronave, que por instrucciones presidenciales no se podría utilizar por ningún motivo, de manera que se convirtió en un dolor de cabeza y en un costo financiero y de mantenimiento que obligó al gobierno mexicano a aceptar venderlo a un menor precio.
Aun cuando originalmente el ejecutivo había declarado que no se vendería en menos de 130 millones de dólares, el presidente de la República afirmó que cada día se depreciaba más y tenía un desperfecto de fabricación, lo que provocó la rebaja en el precio.
Resulta contradictorio que la simbólica aeronave de un gobierno democrático y libre vaya a parar a manos de un dictador que durante su mandato ha sido autoritario y ha restringido las libertades, especialmente la libertad de expresión y de prensa.
En efecto la compra de esta aeronave tan costosa fue un exceso del gobierno que la adquirió, por lo que de origen fue un mal negocio para México, que tiene tantas necesidades urgentes de resolver, como para tener un avión tan lujoso.
Sin embargo, ya que se tenía comprado pudo haberse utilizado para misiones internacionales en vuelos de largo alcance; pero se había convertido en un símbolo de ostentosidad, que iba en contra de los principios de austeridad de la actual política gubernamental.
Con la venta de la aeronave a precio de remate se realizó un pésimo negocio, pero ojalá el uso que se le dé a los recursos obtenidos con la realización de esta operación sea el correcto y lo justifique todo, mientras tanto el dinero estará en manos del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado y dicen que se destinará a la construcción de hospitales, por cierto, uno de ellos en Tuxtepec, Oaxaca.
Al menos el presidente se subió a tomarse la foto del recuerdo antes de que el avión se fuera a volar por otros cielos.