Las percepciones públicas de la «Europa social» señalan el apoyo a una mayor integración de la UE, mientras que los nuevos regímenes de bienestar en el extranjero destacan una tendencia mundial.
Más de medio siglo de integración económica y política en la UE ha eliminado muchos tabúes sobre la agrupación de poderes nacionales en una tercera área: la política social.
Si bien el bienestar sigue siendo una firme responsabilidad de los Estados miembros, ha ganado terreno el caso de que las instituciones de la UE desempeñen un papel más importante en cuestiones sociales como las normas salariales, las prestaciones de pensión, la asistencia por desempleo y la igualdad de género.
La crisis de la eurozona y la pandemia de COVID-19 más reciente han reforzado el caso al ampliar las disparidades económicas y sociales en toda la UE.
La revista Horizon pidió a dos investigadores líderes en proyectos de bienestar social financiados por la UE, Sharon Baute de EUSOCDIV y Erdem Yörük de Emerging Welfare, que compartieran sus principales hallazgos.
EUSOCDIV examinó las actitudes públicas hacia la noción de «Europa social». EmergingWelfare, cuya financiación provino del Consejo Europeo de Investigación, analizó fuera de la UE los sistemas de seguridad social en seis economías emergentes.
Sharon Baute, EUSOCDIV y profesora asistente de política social comparada en la Universidad de Konstanz en Alemania Su investigación cubre la política social, la integración europea y el euroescepticismo, centrándose en particular en las actitudes públicas hacia la dimensión del bienestar de la UE.
¿Cuáles fueron los principales hallazgos del proyecto sobre la opinión pública de la «Europa social»?
Los ciudadanos perciben la Europa social principalmente como una solidaridad entre Estados más que entre individuos En los países que tienen una protección social más generosa, los ciudadanos tienden a apoyar menos una iniciativa a nivel de la UE en esta área porque ya pueden contar con una red de seguridad social eficiente en su país de origen.
Cuanto menos generosas son las disposiciones nacionales en materia de bienestar, mayores son las expectativas del público con respecto al papel de la UE en el ámbito social. Los ciudadanos esperan que su país se beneficie de la convergencia al alza a través de una mayor toma de decisiones de la UE.
¿La investigación produjo alguna sorpresa?
Sí. Sabíamos que las personas pueden atribuir la culpa de los resultados económicos a varios actores. Por ejemplo, pueden tener ciertas creencias acerca de por qué algunas personas viven en la pobreza o por qué algunos países se desempeñan peor que otros en términos de crecimiento económico y empleo. Todavía no sabemos que atribuir la culpa a la propia UE está asociado a una reivindicación más fuerte de una Europa social.
Esta es una señal positiva, ya que indica que las críticas a la UE no necesariamente se traducen en un euroescepticismo duro, sino que pueden movilizarse en apoyo a más pasos de integración europea, si estos tienen una fuerte dimensión social.
Generalmente, son los grupos de nivel socioeconómico con menor nivel educativo los que son más euroescépticos.Sin embargo, descubrí que estos segmentos de la sociedad suelen estar más a favor de una Europa social más fuerte.
Parece que no les gusta la UE en su forma actual mientras apoyan una mayor integración europea en el área social, lo que demuestra que las actitudes públicas son complejas y no se pueden simplificar cuando se debate el futuro de la integración europea.
¿Cuán matizados son los puntos de vista sobre la «Europa social»?
Los europeos tienen opiniones sobre la Europa social más matizadas de lo que suele suponerse. Las actitudes públicas hacia la Europa social no pueden reducirse a una sola postura a favor o en contra de la Europa social, sobre qué principio o instrumento político específico está en juego.
No obstante, encontré similitudes en el apoyo a ciertas políticas. Por ejemplo, existe un orden de clasificación universal sobre cómo se considera merecedor a grupos específicos en la sociedad de la solidaridad europea. En todos los países que formaron parte del estudio, los niños desfavorecidos fueron considerados como más merecedores de apoyo financiero que los pobres, quienes a su vez son percibidos como más merecedores que los desempleados.
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