Sólo faltaba un brindis, el de Arturo, el bohemio puro, que alzó su copa, sacudió su melena alborotada y dijo con inspirado acento: “¡Por mi madre!, bohemios”. Al paso del tiempo, “El Brindis del bohemio” es un añejo poema que forma parte de la cultura popular mexicana. Su autor, el potosino Guillermo Aguirre y Fierro (1887 – 1949) es casi desconocido, pero su poema, publicado en 1942, adquirió fama nacional gracias a que cada 10 de mayo, el Día de las Madres, fue transmitido, religiosamente cada año, por la radiodifusora XEW, en la voz de Manuel Bernal, “el primer declamador de América”.
La versión de Bernal, grabada en discos LP de RCA y Orfeón, rápidamente se popularizó entre millones de radioescuchas y aunque el Brindis del bohemio fue menospreciado en muchas antologías de la poesía mexicana, pasó a formar parte de la cultura popular mexicana.
Incluso, fue el nombre, Por Mi Madre, Bohemios, que adoptó Carlos Monsiváis para su columna que durante casi 42 años, primero en el suplemento La Cultura en México de la revista Siempre y después en Proceso, como indica Jenaro Villamil, fue el espacio privilegiado para mostrar la ironía, el compromiso político, el amplio conocimiento de refranes, versos populares y sobre todo, la pluma filosa de Monsiváis. En uno de sus textos, Monsiváis se refirió a Sara García, que gracias al cine y después por la repetición de sus películas en la televisión, se convirtió en la figura totalizadora de una idea de la Madre y la Abuela.
La vigencia del poema El Brindis del Bohemio en la cultura popular mexicana está ligado al mito de la omnipotencia materna, que Marta Lamas describió en un texto sobre la “Madrecita santa”. Surgida del amor incondicional, de la abnegación absoluta y del sacrificio. Al explorar la psicología de las motivaciones del mexicano, Santiago Ramírez considera que la carencia de la figura paterna es determinante en la constitución del “machismo”; según él, en ese proceso, la madre aparece refugiada en el “martirio masoquista” de la abnegación.
Como siempre sucede, señaló Lamas, el mito recoge cuestiones reales – las madres suelen ser abnegadas, generosas y amorosas – y también encubre aspectos negativos o contradictorios. Si desmitificamos la imagen de la “madrecita santa” encontramos a madres agotadas, hartas, golpeadoras, ambivalentes, culposas, inseguras, competitivas o deprimidas.
Para comprender la fuerza que ganado el mito, Marta Acevedo da una pista al mostrar cómo, en México, la celebración del 10 de mayo, Día de la Madre estuvo vinculada a una manipulación política deliberada, frente al incipiente movimiento feminista mexicano, en el primer congreso de Yucatán en 1916, que, entre otras cosas, discutió la maternidad, planteándose la necesidad de libre elección y aconsejando a las mujeres a evitar embarazos no deseados.
En este contexto, el periódico Excélsior retomó la celebración estadounidense el Día de la Madre y convocó, en 1922, a un festejo igual, con el apoyo decidido de Vasconcelos, entonces secretario de Educación Pública, el arzobispo primado de México, la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio.
También partió de Excélsior la iniciativa, en 1927, de construir un Monumento a la Madre, en la Ciudad de México, que el presidente Miguel Alemán inauguró en 1949, colocándose una placa con la inscripción: “A la que nos amó antes de conocernos”. El primero de junio de 1998, por iniciativa de un grupo de feministas, a esta placa se le añadió una segunda que lee “Porque su maternidad fue voluntaria”.
En los últimos años, sólo algunos románticos recuerdan El Brindis del Bohemio y las nuevas generaciones desconocen quién fue Sara García y nunca han visto sus películas. Sin embargo, permanece vigente la celebración del Día de la Madre, como una importante fecha para el consumismo, que el año pasado dejó una derrama económica de 62 mil 400 millones de pesos.
Y en lo que se refiere al Monumento a la Madre, ubicado en el parque Sullivan, donde confluyen el Paseo de la Reforma e Insurgentes, éste no ha escapado de las pintas de protesta en las marchas feministas de los últimos años. En una de estas manifestaciones, incluso de levantó una “Antimonumenta” en su explanada, con un puño en el centro en señal de resistencia y con dos frases: “Exigimos alerta de género nacional” y “Ni una más”. RDM