La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Para encontrar al eslabón perdido, hay que buscar entre los aficionados a la pirotecnia
En los tiempos pre civilizatorios, el Homo Sapiens sentía profundo temor de manifestaciones naturales como el trueno, huían pavoridos del ruido y lo atribuían a un malestar divino, eran los momentos del mito y la idolatría.
En una de las oraciones, de su majestuoso poema ‘Alguien Sueña’, Jorge Luis Borges recrea (desde luego, él de forma genial), lo arriba señalado: “Ha soñado al primero que en el trueno oyó el nombre de Thor”.
Así pues, en la era digital y de la preminencia de la Inteligencia Artificial, resulta absurdo que, tomando como pretexto la ‘tradición’, algo tan pernicioso como la pirotecnia, siga siendo permitida.
Si los juegos pirotécnicos (al igual que las peleas de gallos y las corridas de toros), son algo que debe eliminarse, mucho más la sinrazón de tronar una ‘paloma’ o un cohete, cuya única utilidad es provocar un ruido espantoso que resulta dañino para los tímpanos e, incluso, puede redundar en la amputación de dedos, manos, pérdida de ojos y/o la muerte.
A esto, hay que agregar que son harto contaminantes, que generan miedo cerval en los animales domésticos, lo que deriva en sucesos trágicos. También, es común que los polvorines (muchos de ellos clandestinos), estallen causando víctimas mortales.
Por dónde le busquen, esta práctica (motivada por alguna zona primitiva del cerebro), no tiene justificación, por ello, celebramos que la legisladora Elizabeth Cervantes, planteara una iniciativa en el Congreso local, para prohibir su uso en Veracruz, baste señalar que, tan sólo en 2022, hubo, en la entidad, mil 968 personas que sufrieron quemaduras.
Esperemos no archiven la iniciativa y sus colegas hagan eco, en pro, de la propuesta.