Joel Hernández Santiago
Nada lo intranquiliza. Nada le preocupa. Nada supone en contra de él. Todo le hace “lo que el viento a Juárez” porque sabe que cuenta con la protección presidencial.
… Eso hace que cualquier acusación, señalamiento, crítica, responsabilidad o incumplimiento no le quite el sueño ni la tranquilidad ni las ganas de comer. Se sabe inocente de todo.
O por lo menos así lo ve el comisionado del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño, cuando dice con toda tranquilidad y sin ningún empacho que ‘duerme tranquilo’.
Porque dice que cuando ocurrió la tragedia de la garita de Ciudad Juárez en la que murieron encerrados 40 migrantes centro y sudamericanos ‘no podía hacer nada ya que se encontraba a mil 800 kilómetros de distancia.’
Y enseguida culpó a dos venezolanos de causar el incendio y a los empleados de ser irresponsables por no encontrar la llave de las rejas que tenían encerrados a los migrantes.
Agregó que no tiene intenciones de renunciar y que permanecerá en el cargo ‘hasta que el presidente Andrés Manuel López Obrador decida lo contrario.’ Ni más, ni menos.
Lo dice quien es responsable de operar la política migratoria en el país; quien es responsable superior de uno de los organismos que más críticas ha recibido en los años recientes y para el que aceptó ser titular desde junio de 2019 sabiendo que su formación académica como la de funcionario público o legislador no corresponden a lo que exige tan grande tarea como es la migración.
A saber: comenzó en la administración pública en 1972. Ha ocupado cargos burocráticos en gobiernos locales y el federal. Nació en 1948 en Guanajuato; es doctor en Derecho y Ciencias Jurídicas por la Universidad del Distrito Federal. Tiene una maestría en Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Participó en la creación del Instituto Nacional de Ciencias Penales y la estructura organizacional del Consejo Tutelar para Menores del Distrito Federal. De 1997-2006 tuvo cargos en el gobierno del Distrito Federal, en distintas delegaciones, así como en la Secretaría de Gobierno y la Secretaría de Trasporte y Vialidad. De 2009 y 2012, se desempeñó como diputado suplente.
Pero, sobre todo es un viejo conocido del presidente de México. Estuvo con él en la campaña presidencial de 2006 y fue coordinador del llamado ‘Gobierno Legítimo’ en Oaxaca, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo. Luego fue coordinador de su segunda campaña a la presidencia, en Hidalgo. Es uno de los fundadores de Morena.
Pero la respuesta con la que quiere advertir que él no tuvo que ver con la tragedia ocurrida el 27 de marzo de 2023 es irremediablemente absurda.
Y aunque se supo que un juez decidió abrir un proceso legal contra Garduño por el presunto delito de ejercicio indebido del servicio público, el juez decidió que el funcionario de 74 años enfrentaría el juicio en libertad:
“Sí, yo estaba a mil 800 kilómetros de distancia del suceso, no podría llegar en tres minutos que se suscitó la conflagración, en la cual, dos venezolanos provocaron con dolo el incendio y empleados del Instituto Nacional de Migración, irresponsablemente, no localizaron la llave”, se defendió ante medios.
Muy probablemente se le declare inocente. Es así. Y es así su tranquilidad mientras su gestión es señalada como una en la que más se ha atentado en contra de los derechos humanos de los migrantes que pasan por México, provenientes de Centro y Sudamérica, como de otras partes del mundo, para intentar llegar a los Estados Unidos.
Ni una expresión de dolor, preocupación, lamento; ni un mensaje de su parte a las familias de quienes murieron aquel día en un encierro fatal e inhumano.
De hecho durante semanas no se supo del Comisionado luego de ocurrida la tragedia. Pareciera que se le ordenó guardar silencio. Esconderse. No salir a dar declaraciones ni a someterse a escrutinio en un asunto que “pronto se olvidará” porque ahí se sigue el criterio de que el público es muy olvidadizo y que pronto pasará la tormenta.
Pero no pasará para el registro histórico por el que se sabrá bien quién es el responsable último –o responsables– de este hecho dramático. Y de tantos hechos dramáticos que desconocemos y que han ocurrido en el ámbito de la migración, en el que los derechos humanos han dejado paso a la tragedia humana.
Por lo pronto no pasa nada. Todo está tranquilo. Se acusa ya a funcionarios menores de ser responsables de la muerte de estas cuarenta personas que jamás llegaron a cumplir su “sueño americano” pero sí vivieron la tragedia mexicana…
Una tragedia que tiene que ver con la indolencia, el cinismo y la incapacidad para entender que los migrantes están aquí, no por su gusto, no porque deseen cruzar por México o quedarse aquí, no:
Quieren llegar a cumplir un sueño que no es su propio sueño, en un país que no es el suyo, entre gente que no es la suya y en donde no tienen recuerdos: sólo ganas de ser felices.
Se cumple en esto lo dicho por el escritor y periodista estadounidense, Ambrose Bierce, cuando un día, a principios del siglo pasado, decepcionado de la vida cruzó hacia México, por Ojinaga, Chihuahua, bajo la afirmación de “Ser un gringo en México: ¡ah, eso sí es eutanasia!”
¿Es eso cierto para los migrantes: ‘Cruzar por México, como migrante, es cometer eutanasia’?