La Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), mediante la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), llevaron a cabo la presentación editorial del poemario Al fondo sigue palpitando el mar (2023), de Hernán Lavín Cerda, en el cual el autor invita a arrebatarle la solemnidad a la poesía y acercarla cada vez más a las personas.
En la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, acompañado por la poeta y docente Melissa del Mar, el docente Moisés Villaseñor y el poeta y editor Javier Moro —quien moderó la mesa—, Lavín rememoró los años en los que fue profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y señaló que este poemario invita al lector a volver a la niñez y a no perder la capacidad de asombro.
“La poesía finalmente es cómo volvemos a nuestra niñez, nos enseña a mantener nuestra capacidad de asombro; la poesía nos invita a asombrarnos de todo y de nada. La poesía es recuperar ese niño y esa niña, nos alienta a mantener nuestra creatividad y a no tener complejos de ninguna índole”, explicó y, posteriormente, leyó algunos poemas incluidos en esta obra.
“La poesía tiene la maravilla de que puede dejar flotando las preguntas, más que las afirmaciones», agregó.
Durante su intervención, Moisés Villaseñor se dijo emocionado por compartir la mesa con dos poetas que admira: Melissa del Mar (quien fue su alumna) y Hernán Lavín (quien fue su maestro). También contó que conoció los textos de Hernán Lavín cuando tenía 14 años, en una biblioteca pública de Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México, siendo Nueva teoría de la evolución (1985) el libro que lo conmovió desde entonces y que, en gran medida, fue una influencia para decidirse por la poesía y la literatura como profesión.
“Estudié literatura y me di cuenta que esos poemas que me marcaron fueron escritos por un poeta que daba clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y entonces pude inscribir dos materias con ese profesor. Lavín me abrió la puerta a lo que iba a ser mi profesión. Yo no sabía a qué me iba a dedicar hasta que leí esos versos”, reconoció.
Además, aseguró que una de las características que comparte con Lavín en su forma de escribir es que la de su profesor es una literatura que genera más dudas que certezas, así como ambigüedades, preguntas e incertidumbres. También destacó el humor con el que Hernán crea su poesía y que éste siempre exhortó a sus alumnos a jugar y a divertirse con el lenguaje.
“El maestro Lavín rompe la burbuja de la verticalidad y de esa igualdad nace la libertad. Si los elementos poéticos están en libertad, entonces puede haber, a su vez, mayor libertad creativa. Si tiene la misma implicación lo sonoro, lo gráfico y lo semántico, entonces podemos hablar de muchas cosas más que se pueden convertir en poéticas”, dijo.
Por su parte, Melissa del Mar agregó que los participantes de la mesa comparten la poesía, pero también la docencia como una de sus pasiones y consideró que todas las clases de literatura deberían impartirse con este sentimiento hacia las plumas o hacia las autoras o autores.
“Cuando imparto clase estoy sola, pero también tengo conmigo a las profesoras y profesores que me formaron, pues el conocimiento que me compartieron lo quiero replicar en mi práctica como docente. Están conmigo mis profesores, pero también los profesores que los antecedieron”, refirió.
“La poesía es un doble puente, porque nos permite jugar un poco con lo que entendemos como tiempo y espacio y, además, nos reúne en una realidad y en un presente”, finalizó.
Hernán Lavín nació en Santiago de Chile el 7 de octubre de 1939. Poeta y narrador, radica en México desde 1974. Estudió Filosofía y Educación en la Universidad de Chile. Ha sido profesor de la carrera en la FFyL; director del Taller de Poesía del Inbal; miembro de la Academia Chilena de la Lengua (1992) y colaborador de Casa del Tiempo, Diálogos, Letras Libres, Revista de Bellas Artes, Revista Mexicana de Cultura, Revista Universidad de México, Siempre!, Texto Crítico, Unomásuno y Vuelta. Recibió el Premio Vicente Huidobro 1970 por La crujidera de la viuda, Santiago de Chile.
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