El Estado de Morelos, suele ser asociado generalmente a las bondades de su clima y de una primavera eterna, que es como se atribuye a Humboldt haber descrito a Cuernavaca, su capital. Sin embargo, la pequeña pero histórica entidad ha afrontado pruebas difíciles como la cruenta Revolución del Sur que más allá de los postulados agraristas del zapatismo, significó la destrucción de la industria azucarera local una de las más vigorosas del mundo a principios del siglo XX e incluso el abandono total de la ciudad de Cuernavaca por un par de años, las crónicas dan cuenta que en céntricas calles como Guerrero, la maleza lo cubrió todo. Para poder tener una idea en su justa dimensión del panorama de Morelos tras la revolución basta con recordar que en 1920, Cuernavaca tenía solo 7,000 habitantes y Cuautla 4,000.
Los Morelenses nacidos en el siglo pasado, crecimos con la idea de que era impensable que nuestra tierra viviera de nueva cuenta un periodo tan complicado como el que sucedió entre 1911 y 1919. Como si la historia nos jugara una broma pesada, tan solo cien años después de la revolución, la violencia regresó a Morelos, trastocando la vida cotidiana de sus habitantes. El fenómeno que crece con fuerza, ha cubierto toda la geografía estatal sin distinguir géneros, sectores o clases sociales, todos sin excepción están expuestos a sufrir un atentado en sus personas o bienes. Sin temor a exagerar se puede afirmar que no existe habitante del estado que de manera directa o indirecta no haya sido víctima de algún delito. Los morelenses padecen robos, asaltos, extorsiones, cobros de Derecho de piso, los homicidios están a la orden del día, se ha perdido la capacidad de asombro y la noticia de un multihomicidio ya no genera sorpresa.
La nota roja inunda las páginas de prensa, así como las redes sociales. No hay distingo entre los delincuentes que actúan con absoluta impunidad de igual forma en zonas urbanas que rurales. Utilizar el transporte público es una actividad de alto riesgo, los atentados contra las mujeres y feminicidios son habituales, la autopista México-Cuernavaca está a merced de criminales y la recomendación de las autoridades es únicamente pedir a los usuarios que no se detengan por ningún motivo, incluso zonas geográficas enteras del estado como lo es el municipio de Huitzilac están bajo control de la delincuencia organizada.
Con enorme pena, las redes sociales son inundadas día a día con fichas que consignan la desaparición de hombres y mujeres, particularmente jóvenes que salieron a la tienda, a la escuela o simplemente a una fiesta, ningún joven en Morelos debería correr el riesgo de no volver a casa cada vez que sale a la calle. Lamentablemente estas denuncias rara vez tienen un final feliz.
Cuernavaca fue por décadas un centro de aprendizaje de español por excelencia en Iberoamérica, surgieron decenas de escuelas que no solo enseñaron español a extranjeros sino divulgaron la cultura e historia mexicana en todas sus expresiones.
Miles de extranjeros llegaban a la eterna primavera, particularmente en verano, inundaban sus calles y en consecuencia fueron un importante motor para la economía local, pues rentaban habitaciones con familias cuernavacenses, llevaban su ropa a las lavanderías, usaban taxis con seguridad, consumían bienes, servicios y abarrotaban restaurantes, cafés, bares y discotecas. Con la violencia, dejaron de ir a Cuernavaca, ahora lo hacen a Oaxaca y Costa Rica. Incluso las embajadas norteamericana y de otros países tienen alertas vigentes a sus ciudadanos para que no visiten Morelos.
La delincuencia ha logrado que debido a la violencia, actualmente Morelos pierda anualmente el 44% de su PIB. Con todo lo anterior, es evidente que cualquier desarrollo económico y social en el Estado será nulo mientras no se resuelva el grave problema de inseguridad.
Del año 2000 a la fecha, Morelos ha sido gobernado por la Derecha y por la Izquierda, lamentablemente ninguna administración ha podido resolver el problema, al contrario, se acrecienta alarmantemente.
Por todo lo anterior, es que la sociedad morelense recibió en días pasados con simpatía la aspiración del General de División DEM Alfonso Duarte Múgica para contender por la Gubernatura de Morelos. El General Duarte es morelense, particularmente de Puente de Ixtla al sur del estado, región muy afectada por la delincuencia. Desde hace cuatro años causó alta en la honrosa situación de retiro tras servir a México ininterrumpidamente por 49 años. Es uno de los divisionarios más distinguidos del Ejército Mexicano, pero a su vez un hombre de capacidad y trayectoria probada, su paso como Comandante de Región en la península de Baja California, Sonora, Sinaloa, Durango y Oaxaca dan cuenta sobradamente de ello.
Es también un hombre con estudios en administración pública y fue agregado militar en Portugal, para cerrar la pinza es honrado en sus bienes y en su conducta. El General Duarte estaba dedicado a actividades agrícolas y como él dice:” A mandar a los arboles de su huerta” cuando un grupo de vecinos y paisanos lo buscó para pedirle que sea candidato, se negó dos veces y a la tercera acepto anteponiendo el bien de Morelos al personal. Respetuoso de las formas comunicó su aspiración al Alto Mando del Ejército y recibió el visto bueno correspondiente, hoy su nueva misión es pacificar y devolver el desarrollo económico y social a Morelos.
Hace un par de días me lustraba los zapatos en el zócalo de Cuernavaca, con toda intención le pregunte al lustrador su opinión sobre el General Duarte y con sabiduría popular me respondió: “ya tuvimos un Gobernador que tenía un taller mecánico, otro que fue prefecto de un colegio, otro activista de masas y ahora un futbolista creó que ya nos merecemos un General de División!”