Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
La radicalización de las posturas antagónicas dentro de la sociedad mexicana promovidas con estridencia desde el púlpito palaciego del presidente, muy pronto podría provocar hechos de violencia más graves.
La marcha que este domingo se realizó en la Ciudad de México en defensa de la Suprema Corte de Justicia –y que se replicó en cerca de 40 ciudades del interior de la República- fue el reflejo de un auténtico hartazgo ciudadano ante el porrismo oficialista que busca desmantelar y dejar en los huesos a todas las instituciones que han servido como contrapeso del poder sin freno del sistema ultrapresidencialista mexicano que la “4t” sueña con restaurar.
Y tan fue auténtico, que la marcha se llevó a cabo sin que intervinieran, como en las anteriores en defensa del INE –que a pesar del clamor popular, sí fue “tocado” por el régimen, que colocó incondicionales en la Presidencia y el Consejo General- partidos ni organismos supuestamente ciudadanos, como los asociados al empresario Claudio X. González, que por alguna razón no consideró necesario defender al Poder Judicial de los embates del obradorismo y se hizo a un lado. Incluso, boicoteó la manifestación.
Pero hubo un incidente que tendría que llamar la atención por sus implicaciones, más allá de la marcha. Cuando el contingente llegó al zócalo capitalino, un grupo se dirigió hacia las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, vandalizadas desde hace semanas por grupos de choque financiados por el gobierno de la Ciudad de México, lo que generó un enfrentamiento entre defensores y detractores de la autonomía judicial.
Superados en número por los manifestantes, los morenistas terminaron huyendo, protegidos por la policía de la Ciudad de México –para que no quedara duda de dónde viene el financiamiento-, mientras quienes protestaban desbarataban el plantón y quitaban las mantas infamantes. Aunque al otro día los morenistas regresaron y las volvieron a poner. Hay que desquitar lo que cobran.
Si bien el incidente no pasó a mayores, la agresividad pudo haber escalado. De hecho, la violencia verbal y simbólica que emerge desde el poder se encuentra en niveles que solo necesitan que se prenda una pequeña mecha para hacer arder al país.
El encono, el resentimiento y el odio que se dispara todos los días desde los bandos en disputa por el poder, pero con especial énfasis desde el régimen de la pretendida “cuarta transformación” al contar con todos los recursos e instrumentos del Estado a su disposición, han terminado por inocular entre la población de a pie, enferma por la propaganda, la desinformación y la división que promueve un gobierno que claramente no está al servicio de los ciudadanos.
Hemos señalado en este espacio la manera en la que las posturas se radicalizan conforme se acerca la sucesión presidencial. Y ello lleva implícita la violencia latente que, de un momento a otro, puede pasar de la agresión verbal a atentar contra la integridad física e incluso la vida. Solo por no pensar de la misma manera.
México es hoy un país encolerizado, dividido, enfrentado. Que nadie se sorprenda después de lo que se ha destruido y de lo que todavía se puede destruir por la ambición desmedida de unos pocos.
Las “auténticas feministas”
Instalado ya en el estilo porril en pleno, el gobernador Cuitláhuac García no pierde oportunidad para echar bravatas contra quienes critican las falencias de su nefasta administración.
Esta vez le tocó a la asociación civil Equifonía, que por señalar un problema que no está en agenda política alguna, como los embarazos adolescentes e incluso infantiles que se registran en el estado, y cómo las autoridades son omisas en su atención, fue descalificada por el titular del Ejecutivo estatal.
“¿Dónde está Equifonía y estos grupos de mujeres que de pronto no dicen nada?”, baladroneó, mientras afirmaba que a las “auténticas feministas” les “tengo mucho respeto y estoy muy atento a lo que dicen”.
¿Se referirá a las que tiene en nómina y por eso renunciaron a su combativo activismo del pasado?
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