Para Contar
Arturo Zárate Vite
Antes, en los mejores tiempos del PRI, una vez que el “dedazo” descubría al tapado, se producía la famosa “cargada”, prácticamente todos los sectores y grupos del partido, acudían a levantarle la mano a quien había resultado elegido por el presidente en turno.
En el siglo pasado, cuando todavía el tricolor conservaba el poder, hubo una ocasión en que la famosa “cargada” entró en impasse, en compás de espera. En noviembre de 1993, Luis Donaldo Colosio Murrieta recibió en la residencia oficial de Los Pinos la ansiada noticia de que era el afortunado.
Salió de la casa presidencial con la emoción de quien le ha pegado al premio principal de la lotería. Había caído la noche y lo primero que hizo fue dirigirse a su casa, a prepararse para la “cargada” del día siguiente.
La “cargada” se retrasó. Las consecuencias son conocidas. En lugar de verse gozoso, prevaleció la incertidumbre en Colosio, porque uno de sus competidores internos, de los que daban por hecho sería ganador de la carrera, decidió no sumarse a la aprobación presidencial recibida por su compañero. Evidenció su descontento y provocó desconcierto entre la militancia, sobre todo al ser nombrado pacificador para el conflicto chiapaneco, los zapatistas o el EZLN se habían levantado en armas. Manuel Camacho acaparó los reflectores mediáticos.
Se llegó a tal punto que hubo necesidad de que el presidente Carlos Salinas hiciera la declaración “no se hagan bolas”, para disipar dudas sobre lo que semanas antes había decidido.
Para entonces ya habían pasado poco más de tres meses. Demasiado tiempo. El ambiente político estaba enrarecido. La “cargada” nunca se dio como se acostumbraba. De cualquier manera, las ratificaciones desde la residencia presidencial le devolvieron la tranquilidad a Colosio.
Justo cuando él y su equipo agarraban vuelo para el despegue de la campaña, le quitaron la vida en Lomas Taurinas, Tijuana.
El caso Colosio seguro que es lección para más de un partido, aunque pareciera que todavía hay quienes no saben leer o solo leen lo que les conviene y favorece a sus aspiraciones.
Toca el turno al “corcholatazo”. El procedimiento por encuesta del partido en el poder para nominar a su candidato presidencial.
Los líderes esperan que haya “cargada” tan pronto se conozca el resultado de la encuesta. La alineación de quienes no sean ganadores. Sería riesgoso para sus planes un escenario distinto.
Se han establecido candados para que nadie se salga del carril. Están advertidos de las consecuencias de irse por la libre pero también se les ha enterado de los premios que hay para los disciplinados.
Ante la falta de candidato propio y competidor, la oposición suspiró por Ricardo Monreal quien ya dejó en claro que lo suyo no es la traición. Igual Marcelo Ebrard, así lo escribió en su reciente libro “El camino de México”. Ninguno de los dos va ir en contra de los deseos de su jefe tabasqueño, que anhela que su relevo continúe con el proyecto de la 4T.
Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum están convencidos de la idoneidad de la encuesta, dispuestos a respetar el resultado y sumarse a quien obtenga la ventaja, en el caso de que no sea uno de ellos.
Si la unidad morenista se conserva y la oposición sigue sin encontrar a su candidato, estará cantada la victoria guinda para el 2024.
La primera gran señal sería la “cargada”.
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