* Creo que el orden de los diez mandamientos cristianos debe modificarse. En esta época de hambre, violencia, muerte solitaria, el primero debiera ser ama a tu prójimo como a ti mismo, pero no encuentro gobernantes ni personas capaces de esa empatía que obliga al abrazo entre los diferentes
Gregorio Ortega Molina
Las imágenes de los migrantes en las fronteras sur y norte mexicanas, o en las pateras semi hundidas, o los cadáveres de los que no llegaron ni con el último aliento a las playas europeas, o los cuerpos inermes de esos niños -como el de Aylan Kurdy- que de ninguna manera tenían futuro, son para convocarnos a una seria reflexión.
Es preciso puntualizar que la migración es consecuencia del reordenamiento económico del mundo. Los muertos de hambre y las víctimas de la violencia producto de una incontrolable delincuencia organizada, se mueve allá donde las empresas deciden abrir nuevas fuentes de trabajo, por razones de seguridad jurídica, pero sobre todo porque saben que podrán contar con empleados mal pagados, para que los directivos y los inversores adquieran más riqueza.
Es cierto que esas hordas de miserables que ahora invaden la república huyen de la violencia, pero deciden llegar a México porque intuyen, saben, les dicen, que con el prometido y previsible nearshoring pudieran encontrar la manera de llevarse un pedazo de pan a la boca, y atender las necesidades mínimas de vástagos y parejas sentimentales. En no pocas ocasiones la pobreza acerca tanto como la riqueza.
Es momento de preguntarnos si el problema está en los que se mueven en busca de sobrevivencia, o en los que los vemos llegar a nuestra casa común e inundar las calles, los refugios, las estaciones migratorias, para convertirse en fuentes de ingreso de autoridades de migración y de seguridad pública, en origen de otro género de violencia, pero, sobre todo, en agresión directa a la estabilidad emotiva de los miembros de la sociedad.
Acá, en la Ciudad de México, llegan a quedarse y aparecen organizaciones caritativas o vecinos que se organizan para convocar a otros a donar alimentos y ropa. Y sí, desconozco el porcentaje que se acerca a compartir, pero lo hacen sin el deseo de ver a los ojos a aquellos que se dicen dispuestos a ayudar. Así, el corazón no siente.
Creo que el orden de los diez mandamientos cristianos debe modificarse. En esta época de hambre, violencia, muerte solitaria, el primero debiera ser ama a tu prójimo como a ti mismo, pero no encuentro gobernantes ni personas capaces de esa empatía que obliga al abrazo entre los diferentes.
Después del domingo electoral
El resultado logrado el domingo, modifica la posibilidad de construir un proyecto para México. Me escribe un elector de la zona conurbada: “9.30 am sin filas. Muchísima gente entrando y saliendo de la casilla. Las urnas ya con bastantes votos. Pese a no haber filas, la afluencia de personas era grande. Muy eficiente y bien ordenado todo. Me llamó la atención la rapidez para ejercer el derecho. Creo que en mucho tiempo no me había tocado sin filas. Por lo menos en la casilla bastantes jóvenes acompañando a papás. Por cierto, les dieron a los que votaron por primera vez una estampa de primera vez del voto”.
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