La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ni la lecherita ni el jibarito son asesores fiables
La sucesión presidencial en MORENA, impactará en la designación de candidatos para las nueve gubernaturas que estarán en juego en 2024, revisemos el caso Veracruz.
Limitemos el escenario a cuatro aspirantes: Rocío Nahle, Sergio Gutiérrez Luna, Manuel Huerta y un miembro del gabinete de Cuitláhuac García, que podría ser Zenyazen Escobar.
Los de mayor proyección mediática, Nahle y Gutiérrez Luna, están claramente identificados con dos de las ‘corcholatas’ presidenciales’: doña Rocío con Claudia Sheinbaum y Sergio con Adán Augusto López. En lo que toca a Huerta, todas sus canicas están con el presidente López Obrador y Zenyazen, sería el plan b de Cui.
La lógica formal indica que, de ganar Claudia, Nahle sería la elegida y de imponerse Adán Augusto, Sergio sería el abanderado, pero…veamos escenarios alternos.
El Tlatoani ha machacado con el asunto de la unidad y, para ello, la estrategia consiste en buscar un equilibrio en la repartición del pastel, es decir, quién sea beneficiado con la postulación mayor, no se podrá quedar con todas las posiciones, menos cuando hablamos de las importantes, como Veracruz, que es el cuarto padrón electoral del país.
En este contexto, podemos plantear, con fundada sensatez, que el ganador ceda varias entidades a los derrotados o que, el tabasqueño, decida hacer valer su voto de calidad y entregue el banderín a personajes de todas sus confianzas y, la última posibilidad, es dar oportunidad al gobernador de proponer un tercero en discordia.
Son hipótesis, fundamentadas en un análisis histórico del reparto de candidaturas, cuando hay posiciones encontradas y el interés superior, es dar viabilidad a la continuidad del proyecto. Todo mundo quieto en las bases.