Horizonte de los eventos
Hace unos años, cultivé simpatía con una telefonista que tomaba mi orden en un restorán de comida a domicilio -lo detallo por el origen socioeconómico y cultural de su impresión: “Creo que se decidió hacer mediocre la educación, con el Movimiento del 68, que el gobierno no quiso tener otra generación así” (!).
Y con relación a las pasadas elecciones mexiquenses, dos temas: abstencionismo y elección. Por ahora, sólo el primero. Constante de 1988 a la fecha. Brecha que no logramos superar, salvo por las excepciones de 1994 y alguna otra, no hemos rebasado el 55% de participación. Más el caudal de votos nulos, también alrededor de un 4%, permanente.
Contrasta curiosamente con la mayor participación interna de los PP en los meses inmediato anteriores (aproximaciones calculadas en encuestas y otros instrumentos) y de las 450 mil firmas presentadas por Murat, para ser candidato independiente a gobernador -que la mapachada del “sobrino que Miguel de la Madrid no tuvo”, invalidó, impidiendo su registro. Constituyendo otro factor que inhibió la votación.
¿Por qué esa abstención? ¿Y por qué esa elección? Son los grandes acertijos y nada nos aproxima a la respuesta, más que una pandemia delirante del pueblo, con el gozo de su inconsciencia.
Democracia y demagogia ¿Pueblo sabio, pueblo bueno? Sí, pero qué dicen los hechos: Uno entra a una glorieta cualquiera, manejando en su carril, de cualquier ciudad del país, y queda claro allí, que el pueblo nunca ha usado transportador. Tampoco compás. Y de ahí salen nuestros gobernantes, responsables de la conducción del país desde antes de 1900, que salvo cuatro décadas revolucionarias, hacia la mitad del siglo pasado, que el esfuerzo educativo fue verdadero, se temió a la realización cívica del pueblo mexicano y se desmanteló el sistema.
Apremió la reacción: la contrarrevolución que todavía gobierna -cuidadosa culebra, disfrazada de Bambi y temibles gorilas salvajes disfrazados de corderitos, custodios del Poder y de los valores de sus verdaderos patrones.
Ese es el México colonial en que vivimos. Colonial en todo, menos en los altos valores clandestinos, que cultivados se heredaron. De los que emergió Hidalgo, la Independencia y la Patria misma. Florecieron regados por la sangre y el abuso de los desequilibrios sociales: 14 horas laborales -como hoy en día-, sin prestaciones de ningún tipo ni consecuencias por despidos injustificados, abusos, desnutrición, esclavitud, etc.
Los difusores de la clase gobernante, los anteriores 40 años, han repetido y convencido a la opinión pública generalizada, que siempre ha sido así. Y como así ha sido, los anteriores 60 años ¡como regla! nadie lo discute Y ESO EXPLICA POR QUÉ NO PODEMOS ENTENDER QUÉ NOS PASA.
Esa conclusión ya es generalizada (la escucho de analistas en foros, vagos callejeros y verdaderos bandidos): “¡No quisieron que se repitiera otra generación como el 68 y por eso acabaron con la educación!”
“Echeverría, desde Gobernación. El debate de los contenidos de los libros de texto, por temas supuestamente sexuales, la primera mitad de los 70’s, terminó desterrando el civismo”: El pueblo sabe muy bien que no es sabio.
Los sesentones somos quizás la última generación que tuvo formación cívica. Se desmembró el sistema educativo por todo frente:
Jongitud congeló, pervirtió, derribó y “arrestó” todo pilar dignificante de legado patrio, del entendimiento de la lucha histórica que conformó nuestra nación mexicana. Asimismo, con los valores educativos en cada uno de nosotros, mexicanos, heredados del remoto Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de Juárez, de Justo Sierra -lo mejor del Porfiriato- y de sus herederos, Reyes, Vasconcelos, Torres Bodet y demás, surgidos de la Revolución -el verdadero servicio de Jongitud.
Detonó tanto la obra educativa de la Revolución Mexicana, que a 40 años de Obregón, la sociedad mexicana reclamó su emancipación, señaladamente, el 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco. Pero también Monterrey, el 67, Sonora, el 66 y 67 y muchos otros universitarios de casi todos los estados del país, realizaron movimientos democráticos, elevando exigencias programáticas de superación popular, aún hoy, insatisfechas y que no entiende la clase gobernante. Y en algunos casos, antiguos líderes como Pablo Gómez, apremian al Ejecutivo a ejercer represión, como la que padecieron y denunciaron, al otro lado del espectro ideológico ¿O no?
LEA no fue ya cuadro revolucionario: ya fue presidente de la reacción -que hablando de Educación, antes de Bucareli, fue subsecretario en la SEP. Es abundante la literatura oficial desclasificada de la CIA, que lo confirma como agente de la compañía (Litempo) -igual que Diaz Ordaz. Por la evidencia de lo que los gobiernos han hecho con la consciencia revolucionaria del pueblo que demagógicamente “representaron”, a través de la educación, instrumento de liberación y/o sometimiento: LA INEXISTENCIA CIUDADANA EN LAS VOTACIONES, ASÍ COMO EN TODA FORMA CÍVICA DE PARTICIPACIÓN EN LA COSA PÚBLICA.
Una ciudadanía ignorante de sus derechos. Reprimida hasta olvidar la libertad de expresarse, del derecho a manifestarse, asociarse, exigir y denunciar, sinónimo de la obligación de los servidores públicos, a escuchar y atender a la ciudadanía, también olvidada. Al grado de no pensar siquiera en defenderse, de no solidarizarse con quien lo padece y menos con quien lo reclama -escaso ejemplo entre los mexicanos.
Peor aún, el pueblo, inconsciente de su calidad ciudadana, critica y fomenta el escarnio, aislamiento y persecución en contra del emancipado. Callando cuando más, vergonzante.
El pueblo en este momento será bueno “¡Uy, qué bueno! Hijo de bueno también”, bueno como los “chocolateros”, pero sabio, lo que se dice sabio: ¡No cree siquiera que la soberanía resida originalmente en él! Así nuestro ignorante nivel cívico.
El escenario cívico mexicano es fantasmal, como Tombstone o Comala. Tanto por la lamentable condición subdesarrollada de nuestra clase gobernante -priista, seudo neopriista y alternativas-, sino también en la apatía cívica del pueblo, incluidos críticos y pensantes: hoy desesperanza de la clase gobernada, que en EDOMEX, ni a votar salió.