Por María Manuela de la Rosa Aguilar.
Confiar en un mercenario por complicidad trae consecuencias y Vladimir Putin confió tanto en Yevgueni Prigozhin que llegó a ser su mano derecha. Este hombre, jefe del grupo Wagner, ex convicto, sicario que se ha encargado de todos los trabajos sucios del mandatario, para lo cual ha contratado toda clase de expertos, ex militares de fuerzas especiales, ex convictos, francotiradores, etc., que han operado en África, en Sudán, República Centroafricana, así como en Siria y Libia, o en el 2014 cuando Rusia despojó a Ucrania de Crimea.
Este ejército privado se ha caracterizado por la brutalidad de los métodos que emplean, como el de torturar por largas horas, decapitar a sus víctimas y toda clase de atrocidades. Aunque en un principio trabajaban en la clandestinidad sirviendo a los intereses de Vladimir Putin, con la guerra en Ucrania y dado que era ampliamente conocida su existencia, su participación ha sido de todos conocida. Y gracias a la complicidad que une a Putin con Prigozhin, a través de contratos gubernamentales, éste ha logrado amasar una gran fortuna personal, siendo uno de los hombres más ricos de Rusia.
Por la misma naturaleza de sus actividades y porque de alguna manera invade funciones militares, Yevgueni Prigozhin ha tenido diferencias con la cúpula militar rusa y en las últimas semanas esta rivalidad ha pasado a la confrontación directa, ya que el líder de Wagner ha lanzado serios ataques a los comandantes, acusándolos de corrupción, de entorpecer las operaciones y de no empeñarse como debieran en la guerra. Lo curioso es que este hombre hable de corrupción, cuando es precisamente a través de eso que logró convertirse en uno de los oligarcas más ricos del país, haciendo negocios multimillonarios con Putin.
Luego de reiteradas acusaciones contra el ejército, Yevgueni Prigozhin acusó al Ministerio de Defensa ruso de bombardear sus posiciones, asegurando que liquidaron a decenas de miles de sus “soldados” e hizo un llamado a las fuerzas regulares rusas de no oponer resistencia porque de lo contrario serían eliminadas de inmediato. Ya antes había acusado a los militares de corruptos, ineptos y de no proporcionarle abastecimientos y ha tenido serias diferencias con Sergei Shoigu, ministro de Defensa, y Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas rusas. Pero la gota que derramó el vaso fue que se le dieron instrucciones para firmar un contrato para poner a disposición de las fuerzas armadas al grupo Wagner, ante lo cual estalló, pues supondría perder toda su libertad de acción y el inmenso poder que adquirió, que lo hizo ambicionar ser nombrado comandante general del ejército, aspiración lógica, pues el actual Ministro de Defensa fue nombrado general sin tener ninguna formación militar.
El oligarca mejor amigo de Putin ahora marchó hacia Moscú, con un clásico discurso característico de esta clase de líderes. Amenaza con ocupar Moscú con sus 25,000 efectivos, pero a la vez niega que trate de dar un golpe de Estado, calificando su avance hacia la capital rusa como una “marcha por la justicia” para acabar con el caos reinante y luego de ello regresarían al frente, según él, una vez restaurada la justicia en las tropas y en toda Rusia. Este sorpresivo movimiento de Pregozhin seguramente fue bien calculado, porque no es desconocido para él la capacidad defensiva de Rusia, un valioso indicador para Ucrania, que poco a poco ha ido recuperando territorio.
Putin tardó en emitir una declaración, tal vez por el impacto que le causó que su brazo derecho, el ejecutor de sus trabajos sucios le haya traicionado, tratando de ser contundente en las consecuencias legales que le esperan al líder de Wagner. Pero reconoció que la existencia de Rusia estaba bajo amenaza, una aseveración que nos muestra la magnitud del riesgo que enfrenta su gobierno. Putin literalmente dijo que “luchan por la vida y la seguridad de su pueblo, por su soberanía e independencia, por el derecho a seguir siendo Rusia, un estado con una historia milenaria”. Más claro no pudo ser. Y advirtió que los que traicionan, preparan una insurrección armada, que tomaron el camino del chantaje y los métodos terroristas inevitablemente serán castigados respondiendo ante la ley y ante el pueblo ruso.
A esto Prigozhin respondió que no tiene intenciones de entregarse, según él, Putin comete un error al hablar de traición, pues afirma que los integrantes de Wagner (mercenarios y ex convictos) son patriotas que luchan por su país para que no siga viviendo en la corrupción, el engaño y la burocracia, en clara referencia a la cúpula militar. Y afirmó que capturó la sede del Distrito Militar Sur de Rusia en Rostov sin ningún problema; esa base sirve como principal centro logístico de la retaguardia, lo cual le garantiza abastecimientos, un acierto táctico que constituye una gran amenaza por la capacidad de ataque que adquiere.
Lo que llama la atención es que Prigozhin ha sido ovacionado por el pueblo ruso, tanto en su avance como en su retirada, así que es un hombre que goza de popularidad.
Esta insurrección representa el mayor desafío para Vladimir Putin en sus 23 años de gobierno. Una amenaza que curiosamente viene de la persona en quien más ha confiado en los últimos años, a quien ha enriquecido sobremanera y quien le ha solucionado muchos “inconvenientes” para mantener el control total de Rusia. Prigozhin es hechura de Putin, su Frankestein y su hijo cuervo.
El Comité Antiterrorista de Rusia informó que el Servicio Federal de Seguridad abrió un caso penal por llamar a la rebelión armada
Los combatientes de Wagner tomaron la ciudad de Restov sin mayores dificultades, a unos mil kilómetros de Moscú, lo que llama la atención es que el ejército no los haya detenido antes. Así de vulnerable puede estar Rusia en su interior.
Prigozhin avanzó sin problema e incluso advirtió que podría darse un baño de sangre, una clara amenaza contra la población rusa. Y al no haber más interlocutor, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, se ofreció como mediador para detener el avance del grupo terrorista; Lukashenko conoce a Prigozhin desde hace más de veinte años y al parecer ha tenido éxito en la búsqueda de una tregua, porque logró negociar con el líder mercenario para que éste cediera, a cambio de retirar todos los cargos penales e ir a Bielorrusia, lo cual se anunció a través de un comunicado del Kremlin. 48 horas duró la rebelión que puso en riesgo la seguridad interior del gigante ruso. El Kremlin no señaló si hubo más concesiones para Prigozhin y los términos exactos del acuerdo, pero seguramente son muy favorables para el oligarca ex mejor amigo de Putin.
Aparentemente Prigozhin se marchó hacia Bielorrusia, pero en realidad se desconoce su paradero. Una personalidad como la de él no se conformará fácilmente con el anonimato y mucho menos con perder todo lo que ha ganado. Por años Putin jugó con la rivalidad entre este mercenario y la cúpula militar, pero esta riesgosa estrategia se le ha revertido, debilitándolo más que nunca, pues ya se habla de una fractura en su gobierno, aunado al descontento de los ciudadanos con la guerra, esta podría ser la punta del bumerang para Putin.
Esta situación repercutirá evidentemente en la guerra, pese a los anuncios reiterados de Putin de que cuenta con suficientes fuerzas y la reiterada mención de sus armas atómicas.
La Unión Europea, Estados Unidos y los países aliados de Rusia observan los acontecimientos para reposicionarse. Mientras, Putin toma un poco de su propio chocolate.
Aunque no descartemos que Putin entregue a Prigozhin a la Corte Penal Internacional como chivo expiatorio de todas las acusaciones de crímenes de guerra y lesa humanidad, con lo que no sólo neutralizaría el poder de este mercenario, sino que salvaría su propia reputación, aunque esto último es casi imposible.