Por Roberto Bravo
La novela barata (no tanto), éxito de venta o de enorme compra (novela vendida por episodios) con sus vertientes –que pueden mezclarse-: la romántica, sentimental o amorosa y la sensacionalista, esto es, el relato sensacionalista con sus pavores de a centavo (the penny dreadful) donde puede incluirse una porción de la novela gótica, fue motivo en Estados Unidos e Inglaterra, de sesudos estudios durante el siglo XIX. Este tipo de novelas tiene que ver no tanto con la vida cotidiana sino con aventuras extraordinarias y a menudo extravagantes o con acontecimientos misteriosos, contiene libros que se venden en cantidades escandalosas. Agnes Replier (estadounidense), escribió un ensayo donde penetró con filo sobre esta modalidad, títulos que hoy llamaríamos best-sellers:
“English RailWay Fiction” (“Novela inglesa de ferrocarril”, la cita Victor Neuburg: Popular Literature, a History and Guide, Penguin Books, Londres, 1977). En su estudio Repplier toma la obra de dos novelistas exitosos de la época: James Payn y Thomas Wright. Entre sus observaciones sobre el género destacan las siguientes:
1) En este tipo de novelas los personajes de la clase trabajadora son inverosímiles.
2) Las novelas resultan fastidiosas por la tranquilidad con la que los personajes experimentan incidentes y situaciones.
3) Las adorables heroínas de estas historias son insípidas, sus héroes son culpables justo porque nada puede achacárseles, al grado que resultan absolutamente repugnantes.
4) El vicio (el mal) siempre da dinero.
5) A través de estos libros, el lector se puede divertir.
Cabe notar que prominentes hombres del XIX, preocupados por el desarrollo moral de los habitantes de estas dos naciones, no justificaban la existencia y preferencia de estas lecturas, les inquietaba (y su temor lo originaba el considerar “minusválidos intelectuales” a sus coterráneos) que influyeran negativamente en la conducta de los lectores, por eso dirigieron sus críticas más al contenido que a su configuración artística.
A este tipo de literatura con toda propiedad puede llamársele “literatura chatarra”, es consumible como los alimentos empaquetados que venden en los estanquillos que se comen aunque no nutren, es la que mayor demanda tiene en nuestra república de lectores y su venta ha desbordado las arcas de más de una editorial trasnacional o mexicana.
Como lo que más se vende es con lo que más se gana, la publicación de best-sellers ha inundado el mercado y entre sus especies se advierte ya la firma de algunos escritores nacionales que han seguido los tambaleantes pasos de celebridades como Norman Mailer e Isabel Allende quienes encontraron en ellos un rico filón para solventar apremios económicos.
Aunque el género mantiene firmes esos cimientos que lo crearon, ha evolucionado y en la actualidad tiene características fáciles de identificar:
Técnica narrativa: crear una atmósfera de misterio.
Describir acción tras acción sin pretender alcanzar lo artístico.
Lenguaje: sencillo, que conlleve una buena carga de “reflexión denotativa”. Eliminar lo que pueda hacer creer al lector que es un ignorante en cualquier materia.
Personajes: crearlos y desaparecerlos constantemente y relacionarlos con otros que apenas si salen a escena.
Lector: recordar que se trata de una esposa cansada, un ejecutivo cansado, un profesionista liberal cansado que buscan únicamente entretenerse.
Suspenso: antes de que se agote, plantear nuevas “incógnitas”, aunque las situaciones que las contengan no se relacionen una con otra.
Estas constantes serán contenidas por temas (no por una historia) que decidirán las investigaciones de mercado.
Múltiples ejemplos de estos libros, los encontrará en las librerías de autoservicio donde se apilan por todos lados para que los posibles compradores trastabillen con ellos, y también en las revistas “literarias” y suplementos culturales, donde ocuparán el grueso de la promoción, es decir, la propaganda.