Día Hábil
“Con huevos e inteligencia. Sólo me van a callar cuando esté en el panteón”.
Así se expresaba Hipólito Mora Chávez, quien fundó en 2013 las autodefensas en La Ruana, municipio Buenavista Tomatlán, en Michoacán, cansado de las extorsiones, del cobro de piso, del despojo de tierras a manos de Los Caballeros Templarios.
Para ello, invitó a José Manuel Mireles Valverde, médico de profesión, quien integró su grupo en Tepalcatepec, otro municipio michoacano, ubicado a unos 30 kilómetros.
Ayer, Mora Chávez fue asesinado a tiros junto a sus escoltas.
En ambas alcaldías los productores de limón estaban hartos de ser renteados, sometidos por ese cártel del narcotráfico, encabezado entonces por Nazario Moreno, El Chayo, quien elaboró el código religioso que todos los integrantes debían respetar y aplicar.
Ese grupo criminal derivó en La Familia Michoacana, encabezado por Servando Martínez, La Tuta, un profesor normalista de carrera que obedecía a El Chayo y a José de Jesús Méndez Vargas El Chango Méndez.
Fue en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, quien, en diciembre de 2006 comenzó precisamente en Michoacán, su estado natal, lo que llamó guerra contra el narcotráfico, cuando se intensificó el acoso a los limoneros y se agudizó en el de Enrique Peña Nieto.
El gobierno federal los dejó crecer y hasta armas les entregó para que hicieran el trabajo que le correspondía y que no quisieron hacer.
Fausto Vallejo Figueroa era el gobernador con los colores del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Su hijo, Rodrigo Vallejo Mora, El Gerber, fue exhibido en video departiendo con La Tuta, con quien, incluso, hablaba de operativos y de movimientos de la policía y el Ejército. Fue enviado a prisión, pero rescatado y exonerado en el gobierno de Peña Nieto.
Hipólito, considerado un héroe al principio por su valor junto a Mireles y un personaje apodado El Pitufo, sucumbió ante la presión del Estado.
Peña Nieto envió a Michoacán al ex procurador general de Justicia del Estado de México, Alfredo Castillo Cervantes, quien convenció a Hipólito y a El Pitufo de entregar las armas que el gobierno les dio. Sólo Mireles se negó con el argumento de mantener la defensa de la región.
Castillo Cervantes lo envió a prisión, de donde saldría años después sólo para recibir un puesto en el ISSSTE y morir poco después por contagio de Covid-19, agravado por la diabetes que padecía.
En diciembre de 2014, Manuel Mora, hijo de Hipólito, murió en un tiroteo con la banda de Luis Antonio Torres El Americano, acusado de nexos con el narcotráfico ahí, en la región.
El fundador de las autodefensas, extinguidas por Peña Nieto después de impulsarlas, permitirlas y –reitero- armarlas, quiso ser diputado y gobernador de Michoacán.
Fracasó.
El impactante inicio del líder se desaceleró y la captura de La Tuta dio un respiro a la región, que terminó en la recta final del gobierno de Silvano Aureoles Conejo –hoy precandidato del PRD a la Presidencia en la coalición Va Por México– y se reincendió en el de Alfredo Ramírez Bedolla, de Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El estado es disputado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Cárteles Unidos, por el mercado de droga, de metanfetaminas.
Ayer, el mandatario culpó a Hipólito de su muerte por no haber aceptado trasladarse a Morelia, capital, para no correr riesgo.
¡Vaya cinismo!
Los dos líderes de las autodefensas están muertos. Uno, por Covid-19; otro, ejecutado.
¿Y Andrés Manuel López Obrador?
Hoy dirá, seguramente, que hablará con los papás o con los abuelos de los narcotraficantes, que ordenaron el asesinato de Hipólito Mora Chávez.
Vámonos: Ignacio Ovalle es un inocente, un ingenuo, un pobre hombre. Fue engañado por malditos conservadores, neoliberales, que hicieron toda clase de negocios ilegales en Segalmex. Pobre hombre.
¡Ah, por cierto, no son 15 mil millones de pesos, eh!
Insidiosos: nomás son 9 mil 500 millones de devaluados pero útiles pesos.
Así lo defiende… su ex subordinado, su ex alumno Andrés Manuel López Obrador.
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