No son pocos quienes se cuestionan porque el Ejército Federal fue derrotado por el pueblo en armas en la Revolución Mexicana. Es evidente que la fuerza moral de los revolucionarios y la justicia de su causa fueron un elemento superior que abonó a la victoria, al igual que el arrojo imbatible de Villa, el conocimiento del terreno de los zapatistas o el genio militar de Obregón, uno de los contados comandantes invictos en la historia militar, sin embargo, vencer a un ejército profesional con oficiales emanados en su mayoría de la mejor academia de guerra de América Latina, no fue cosa menor. No en vano, al momento de su derrota, el Ejército Federal al mando del traidor Victoriano Huerta, tuvo más de 80,000 efectivos.
El Ejército Federal contó no solo con sombras, sino también con luces que le dieron en su momento blasones de gloria. Fue el heredero del Ejército Republicano que venció a la intervención francesa y al imperio de Maximiliano de Habsburgo en Querétaro en 1867, la mayor victoria de las armas mexicanas en su historia.
Los veteranos del triunfo de la república por añadidura pasaron a conformar la plana mayor de este Ejército Federal que si bien nació con la República Restaurada, se consolidó con el Porfiriato.
Don Porfirio, profesionalizó a las fuerzas armadas por conducto de la influyente Secretaria de Guerra y Marina y las robusteció a través del glorioso Colegio Militar, no se le denominó Heroico hasta 1949, una de las instituciones más destacadas del país, que alcanzó en ese periodo un grado de alta formación técnica y profesional.
A los hijos de Chapultepec se agregaron los marinos que se formaron en el Colegio Militar hasta 1897 cuando se fundó la Escuela Naval Militar, no en vano hasta esa fecha el hermoso escudo del Colegio Militar además del cestón de artillería, los cañones cruzados y sus característicos cinco rayos tuvo un ancla en referencia a los futuros oficiales de la Armada. A los soldados profesionales y marinos se sumaron quienes no tuvieron formación en el Colegio Militar pero sí méritos en las guerras contra la intervención, el imperio o en la pacificación del país y también los cuerpos auxiliares como los afamados Rurales de la Federación.
Poco antes del ascenso de Don Porfirio al poder, un grupo de antiguos cadetes, veteranos de 1847, fundaron en 1871, la Asociación del Colegio Militar, la cual subsiste hasta nuestros días, hoy la preside un hombre querido dentro y fuera del ejército, el General de División José Ángel García Elizalde.
En el Colegio Militar porfirista se formaron magníficos mexicanos, además de infantes y dragones destacaron notables artilleros e ingenieros, los trabajos de topografía y cartografía fueron notables, hoy el Museo del Heroico Colegio Militar atesora en su acervo permanente, libros que dan cuenta de estos trabajos que sin temor a exagerar son verdaderas obras de arte. Oficiales del Ejército Federal, tuvieron además la oportunidad de perfeccionar sus conocimientos en Europa, particularmente en Francia y Alemania.
Son muchos los hombres que conformaron los mandos del Ejército Federal, basta con decir que, para el verano de 1914, momento de su derrota, el Ejército Federal contaba en su Escalafón General con 258 Generales, 115 Coroneles y dos docenas de mandos navales superiores. Me limito a mencionar a tres artilleros: Felipe Ángeles, director del Colegio Militar y gloria de la Revolución, eligió el camino de la lealtad y fue el artífice de la victoria de Zacatecas, Guillermo Rubio Navarrete, ejemplo de soldado, hombre capaz y decente que no se inmiscuyó en política y Manuel Mondragón, ministro de guerra de Huerta, inventor de fusiles y piezas de artillería de campaña y costeras pero que se decantó por el derrotero de la traición.
Las sombras del Ejército Federal, pavimentaron en consecuencia el camino a su tumba.
En primera instancia, a la magnífica preparación de los oficiales, contrastó una tropa deficiente, sin moral ni espíritu de cuerpo al ser conformada por la “Leva” el odiado reclutamiento forzoso o por castigo. En consecuencia, los oficiales y las columnas de los desfiles lucieron formidables pero la capacidad de combate de las unidades, salvo contadas excepciones, no estuvo garantizada. En segundo término, Don Porfirio, dejo a sus antiguos compañeros de armas en la plana mayor, no existió un relevo generacional, los veteranos de 1867 envejecieron mandando a un ejército que se hizo viejo, se oxidó y perdió su eficacia. No se sabe a ciencia cierta si Don Porfirio lo toleró por camaradería con sus compañeros de batalla, por control político, o por influencia de su ministro de hacienda José Yves Limantour que lo desanimó a invertir en la modernización y actualización del ejército por considerarlo un gasto excesivo, en mi opinión fue la suma de todo lo anterior.
Al estallar la lucha contra Huerta, los revolucionarios con determinación se enfrentaron al Ejército Federal, Villa y su poderosa División del Norte asestaron una estocada mortal a Luis Medina Barrón en la más grande batalla librada en México al tomar Zacatecas el 23 de junio de 1914, como ya se mencionó, Ángeles fue el artífice de ese triunfo. A su vez, Obregón marchó a lo largo de ocho mil kilómetros de campaña y de victorias que lo llevaron invicto a obtener la rendición del Ejército Federal el 13 de agosto de 1914 en Teoloyucan, en las goteras de la Ciudad de México. Tras esta rendición el Ejército Federal pasó a la historia y Obregón tomó la capital del país, entregándola a el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza.
El licenciamiento del Ejército Federal no supuso, como debió ser, el fin de la Revolución Mexicana, pues lo sucedió la sangrienta lucha de caudillos, pero sí dio paso a la consolidación y posterior profesionalización del Ejército Nacional, actual Ejército Mexicano, institución que no solo es depositaria de poco más de doscientos años de historia y gloria, sino ejemplo de lealtad e institucionalidad en Iberoamérica, garante indiscutible de la soberanía del país y la existencia del Estado Mexicano.