Mauricio Carrera
El tiempo verdadero del amor es el de la vigilia. Mi ternura es despierto, arriesgarse a amar a pesar del anunciado desastre, es con los ojos abiertos. Ahí está el sosiego de la caricia y el desamparo de los celos, la cortesía de darse y la inquietud de extrañar y sentir el desamparo.
Solo al dormir volvemos a ser nosotros mismos, ese ser contento pero relegado, cuando el cuerpo reposa del arduo trabajo (diría Lacan) de dar lo que no tenemos a quien no es.