Por María Manuela de la Rosa Aguilar.
La invasión a Ucrania, que ha traído serias consecuencias al comercio internacional, no sólo por los combustibles a Europa, o los granos a todo el mundo, poniendo en vilo la subsistencia de muchos pueblos africanos; también implica un serio riesgo para la seguridad del planeta, pues de ser atacada la central nuclear de Zaporiyia, la catástrofe sería diez veces más grande que lo de Chernobyl en 1986, ya que es la mayor central nuclear de Europa.
La planta cuenta con 6 reactores VVER-1000, con una capacidad total de 6,000 megavatios y están alimentados de combustible enriquecido en isótopo fisible Uranio-235; normalmente emite una radiación de 0.1 microsieverts por hora, menor a una radiografía; durante la catástrofe de Chernobyl la radiación alcanzó 300 sieverts por hora, esto es, millones de veces más, muriendo más de 9,000 personas, aunado a las subsiguientes decenas de miles de muertos y desplazados, ya que se contaminaron más de 142,000 kilómetros cuadrados. Los científicos consideran que la radiación no se extinguirá hasta 300,000 años después.
Si explotara Zaporiyia, toda Europa sufriría por la contaminación radioactiva y ésta se extendería en poco tiempo a todo el mundo. El mismo Secretario General de la ONU, Antonio Guterres ha calificado de suicida cualquier ataque a esta central nuclear.
El director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Mariano Grossi ha estado alertando sobre el riesgo que implica a la seguridad de la central, donde desde hace meses se encuentran científicos expertos de dicha agencia para prevenir cualquier riesgo, pero no podrán hacer nada si se da un ataque directo, su trabajo realmente es heroico, como lo es el de todos los expertos ucranianos ahí destacados.
Sin embargo, dados los últimos acontecimientos en Rusia, donde está en entredicho el liderazgo de Putin debido a las pugnas internas por el poder entre la cúpula militar y el mercenario líder del grupo Wagner, en un intento desesperado por mantenerse, Putin podría cometer el peor error de su vida con un acto a todas luces suicida.
Por eso el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky y los altos funcionarios de su gobierno han estado advirtiendo sobre el peligro que se corre si Rusia atacara la central nuclear; temor muy fundado, ya que las tropas rusas han colocado objetos parecidos a explosivos en los techos de la central nuclear de Zaporiyia. Y no podemos olvidar que desde el inicio de la invasión uno de los objetivos fue precisamente Zaporiyia, por lo que el ejército ruso se apoderó de la central, amagó a los encargados e incluso se denunciaron torturas contra ellos, en agosto del año pasado llegaron expertos de la Comisión de Energía Atómica de la ONU, que hasta la fecha permanecen ahí.
Desde que Putin se planteó la invasión a Ucrania, la amenaza nuclear fue una de las premisas para lo que consideró un éxito inminente. Por eso es que el presidente Zelensky teme que los rusos podrían usar la central como un arma; también está el escenario de un ataque terrorista que conllevaría a una fuga de radiación; y también, como ya lo ha hecho Rusia, podría atribuirse a una operación de bandera falsa, al atribuir un ataque con misiles de las tropas ucranianas por equivocación, un discurso retórico propio de la propaganda rusa.
Y lo más alarmante: la central continúa bajo control ruso, aunque la mayor parte del personal es ucraniano que ha sido obligado a trabajar bajo amenazas de muerte y se han dado varios casos de tortura.
William Alberque, Director de Estrategia, Tecnología y Control de Armamentos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Berlín, ha afirmado que la diplomacia personal de Rafael Grossi y la valentía del personal de la OIEA han desempeñado un papel muy importante en la disminución de las posibilidades de un accidente nuclear, lo cual no tiene precedentes en la historia de ese organismo internacional, ya que prácticamente han expuesto su vida en defensa de la seguridad nuclear.
Pero esto podría cambiar si el miedo de un dictador lo hiciera tomar una medida extrema, aun con riesgo de su propia vida. Y es claro que sin el apoyo de China, Corea del Norte y otros de sus aliados, Rusia se aísla cada día más, o más bien, Vladimir Putin, ahora entre la espada y la pared con el problema interno que enfrenta.