Por Armando Rojas Arévalo
GUADALUPE: “Las víctimas del Dr. Cerebro” es un conjunto de rock mexicano de Neza, Estado de México. Originalmente el grupo se llamó “Tecnopal”, pero Jesús Flores (a) Chipotle), Ricardo Flores tecladista y saxofonista, Ricardo Flores (a) Dr. Abulón, vocalista, “El Destroyer” (guitarrista), “El Tuco” (bajo) y “La Bruja” (batería) le cambiaron el nombre en honor de un villano que lucha contra El Enmascarado de Plata, en la película “Santo contra el Cerebro del mal” (México-Cuba, 1958).
Como en todas sus películas, El Santo acaba con el villano. El Cerebro del Mal acaba como Santo Cristo, al igual que sus lacayos, todos ellos monstruitos que no hablan pero rugen y caminan arrastrando los pies como zombis.
Si el Santo existiera, sin duda estaría haciendo una segunda parte –más taquillera, por cierto- donde acabaría a costalazos con la retahíla de monstruitos capitaneados por dos malosos, uno el Doctor Descerebrado y el otro el Doctor Torpedo (por aquello que, asunto que agarra, asunto que hunde). El primero es malo, ¡muuumalo!; el Torpedo es el clásico “no me ayudes compadre” o “con ese amigo, pa’ qué quiere uno enemigos”
El Doctor Descerebrado tiene sirvientes que quieren ser como él: muuumalos. Uno, que se siente obra y gracia de su amo y una mujer que tiene en la pared más importante de su vivienda una imagen de bulto del amo. Contrario a El Santo que en todas sus películas se rodea de mujeres muy guapas y astutas, expertas en lucha libre, el doctor maloso odia a las inteligentes y quiere exterminarlas. Héte aquí que, una de sus víctimas le resulta “respondona” y tiene pesadillas con ella casi todas las noches y no sabe cómo hacer para eliminarla, no obstante que fue su creación. Cuando la ve retratada con su sonrisa burlona, como que siente el peso de que un mastodonte le cayó encima. La vomita.
-¡Atáquenla! –ordena a sus sirvientes. Y ellos obedecen. Todos contra ella. Pero no pueden. La respondona juntó al barrio y ahora la guerra es de todos contra el Doctor Descerebrado. El Santo valió. La responda resultó muy lista.
El otro doctor no es maloso, todo lo contrario, pero tampoco tiene cerebro. Es un santo ton…tejo y anda tratando de hacer el bien y todo le resulta contrario a sus deseos.
Sus amigos y partidarios le recomiendan al Doctor Torpedo que ya no hable. Le repiten todos los dichos del refranero mexicano y ni por enterado se dan.
Le han explicado que el refranero tiene muchos “dichos” que son parte de la cultura popular, y nada. Qué es cultura, se pregunta. E refranero es, le explican, producto de la sabiduría popular; por lo general los refranes son anónimos y su finalidad es transmitir una enseñanza o mensaje instructivo, moral o sabio, provocando en el individuo una reflexión. Los refranes forman parte del grupo de las paremias y son frecuentes en el habla cotidiana y en la literatura. Las paremias son enunciados breves que transmiten una enseñanza, como los refranes, aforismos, proverbios, axiomas, entre otros.
El refrán sintetiza perfectamente bien lo que con muchas palabras podría decirse. Por ejemplo, “¡no me ayudes compadre!”, “con amigos así para qué se quiere enemigos”, en “boca cerrada no entran moscas”, “calladitos se ven más bonitos”, etcétera. Ni así entiende.
Abrió la boca para defender a la mujer que el otro doctor trata de inmolar y la riega toditito. ¡Que se acaben los programas asistenciales, grita, sin tomar conciencia que esos programas son utilizados por el Doctor maloso para aumentar la membresía de sus sirvientes, lacayos y seguidores.
Al Doctor Torpedo le ha dado por hablar tratando de ayudar a la mujer de condición humilde que de vender tamales y gelatinas hizo su fortuna y que el Doctor maloso trata de mandar al cadalso, pero el tiro le sale por la culata, o sea, le sale el chirrión por el palito.
De por sí el tal Doctor Torpedo no es habilidoso; más bien torpe. Si llegó a donde quería fue porque el barrio ya estaba ya hasta la madre de las bandas de ladrones que dirigían los destinos de la colonia. La gente se volcó a las urnas para votar por el cambio, y ahí ocurrió un fenómeno que debe ser lección para quienes votan por coraje.
Le debemos mucho, hay que reconocer la moraleja: No hay que votar enojado porque “el tiro sale por la culata”
En gran parte, gracias a él el Doctor maloso llegó a tener el poder y ahora todo el mundo quiere que El Santo le de unos costalazos y lo mande a su casa. Millones de los que votaron a su favor no esperan la hora que se largue, fue un globo que el pobre doctor Torpedo se encargó de inflar. Lo hizo víctima con el “desafuero” y él, astuto como culebra de pantano, aprovechó el viaje y capitalizó la torpeza de su “enemigo”. Miren dónde está y miren que ya no lo aguantamos.
El Doctor Torpedo infló al otro doctor, hoy “infla” a la mujer que vino de una aldea y vive en la colonia más rica de la ciudad.
No contento con sus barrabasadas, Torpedo se lanza contra la banda del doctor maloso haciendo comentarios ofensivos hacia la “judía búlgara” y el “fifí francés”; al sirviente barbón que o se baña le dice “extraterrestre” y al otro, que es casi hermano del doctor maloso, lo señala como haber nacido en “de Transilvania”, porque es igualito al lacayo de Drácula, y ¿qué crees? El doctor Maloso se cuelga de esos comentarios y grita a los cuatro vientos en el micrófono que no suelta, que los de la otra banda son los mensajeros del infierno.
-¡P…Torpedo, cierra el hocico! – le gritan exigiéndole que no abra màs la boca.
¿Te acuerdas del “cállate chachalaca?” ¿No sería mejor en plural “¡cállense chachalacas!?”
Tal para cual.
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