Mauricio Carrera
El día: 6 de noviembre de 1926. El lugar, una finca en las afueras de Buenos Aires. El motivo: la exitosa aparición de Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes.
Un joven y muy formal Jorge Luis Borges llegó acompañado de una hermosa poeta de 20 años, Norah Lange. Ella lo llamaba Georgie, eran primos lejanos, él le había escrito el prólogo a su primer libro de poemas, La calle de la tarde (1925), y estaba enamorado.
Así la describió Georgie: “Leve y altiva y fervorosa como bandera que se cumple en el viento”.
Otro poeta, al ver a Norah Lange, no dejó de pensar que la hermosura y la inteligencia sí existen. Era Oliverio Girondo, el poeta surrealista de aspecto enclenque y barba mefistofélica. Durante la comida, procuró sentarse a su lado.
Así lo cuenta la propia Lange: Girondo “había comprado una botella de vino especial y la tenía en el suelo, al lado de la mesa. Yo la tiré en un descuido; Oliverio me dijo con su voz (de caoba, de subterráneo): Va a correr sangre entre nosotros”.
Fue el comienzo de un largo amorío.
Esa tarde, Borges regresó solo y derrotado a casa. Cultivó un odio mayúsculo a Girondo. “Su obra no es nada”, dijo. “Fue un infeliz”. Hizo suyas las palabras de Anderson Imbert, quien llamó a Girondo “nuestro Peter Pan de las letras, porque nunca creció”.
Norah Lange y Oliverio Girondo mantuvieron su amor hasta la muerte.
De ella hay que leer 45 días y 30 marineros. Sus obras completas las publica la legendaria editorial Beatriz Viterbo.