Joel Hernández Santiago
Que el gobierno Federal resuelva que a partir del martes 8 de agosto se lleven a cabo reuniones “Vespertinas” en Palacio Nacional para que la secretaria de Educación Pública explique el contenido de los nuevos Libros de Texto es bueno.
De hecho es un triunfo de quienes insisten en que estos volúmenes contienen errores graves y distorsiones de datos y hechos históricos; fallas de equilibrio del conocimiento; ausencia de materias indispensables como la reducción al mínimo de las áreas científicas y matemáticas así como falta de concreción y explicación en el nivel de edad de los estudiantes.
Y muchas otras fallas peligrosas que merecen que se reflexione la entrega de los libros y que se propone iniciar con el ciclo escolar a fines de este mes de agosto.
Y esta ‘explicación vespertina’ significa que caló hondo, a Palacio Nacional, la crítica casi unánime en todo el país respecto de lo que se sabe que contienen los Libros de Texto Gratuitos para niños de primaria y secundaria y en los que, a la vista de su contenido, especialistas en las distintas materias del conocimiento han advertido que en estas condiciones los libros son más perjudiciales que benéficos para el conocimiento de los estudiantes y su futuro profesional.
Pero esto no significa que se vayan a corregir los errores, las omisiones, las erratas y las distorsiones históricas y de civismo. Esto puede ser una treta de justificación e imposición. ¿Estarán ahí presentes los sabios que han detectado fallas graves en los volúmenes escolares? ¿Se dialogará con ellos?
En todo caso, quienes han leído los famosos Libros de Texto, coordinados por el señor Max Arriaga, advierten que estos son más una serie de Cartillas Ideológicas que libros de enseñanza universal, objetiva, plural, sustantiva, equilibrada, analizada y probada para el conocimiento apropiado de acuerdo con la edad y el grado de conocimiento que recorre el ciclo básico.
Los libros, dicen los especialistas: “Tienen problemas serios, no solamente por la reducción de contenidos en áreas tan fundamentales para el conocimiento como las matemáticas, sino porque los ejemplos que se utilizan no corresponden a la edad de los estudiantes a los que van dirigidos y presentan errores básicos.
Que “en los libros que se les entregarán a los docentes hay una gran carga ideológica en lugar de que se les compartan estrategias pedagógicas para mejorar el aprendizaje de sus estudiantes”.
En el debate que ya estalló y en el que participan tanto políticos, como ideólogos de partido, como el Sindicato Nacional de la Educación, asociaciones de padres de familia, escuelas e investigadores de la enseñanza y la pedagogía, así como intelectuales, periodistas y tantos más, se discute ese contenido doctrinario y la falta de rigor pedagógico en los estos libros.
Y se argumenta que esto perjudicaría o beneficiaría a los niños (según la inclinación de quien lo diga) pero poco se ha considerado el interés cierto de los niños a los que se ve a distancia, como ‘ese objeto obscuro del deseo político-ideológico’ y no como niños que lo único que quieren y quieren sus padres es que estudien, aprendan, que tengan las herramientas firmes y ciertas para enriqueces su espíritu intelectual y enfrentar al mundo profesional y a la competencia laboral o universal en el futuro. No quieren doctrina. Quieren conocimientos-aprendizaje-pedagogía.
La doctrina la adquirirán con el paso del tiempo y en la vida, según sus propias convicciones, conocimiento, inteligencia y voluntad. Pero por el momento es conocimiento puro, universal, objetivo y cierto lo que requieren los niños de México. Y maestros que tengan a la mano estas herramientas para entregarlas a los niños.
Algunas asociaciones de padres han hecho la solicitud a la autoridad judicial para que detenga la distribución de estos libros en las fechas programadas pero, por encima de esta decisión jurídica, la decisión política de gobierno está tomada.
De hecho la secretaria de Educación Pública de México, Leticia Ramírez Amaya, que prácticamente ha estado ausente del debate que le atañe, ha dicho que “ningún amparo impedirá que los libros sean entregados”; el presidente mismo ha dicho que los libros se entregarán en la fecha acordada.
¿Sirven o no sirven estos libros de texto para que los niños de México tengan el mejor conocimiento-herramientas-sabiduría- para saber, conocer, entender, analizar, dirimir lo que se les enseña en las aulas públicas del país? ¿O no sirven? ¿Sirven estos libros a los intereses doctrinarios-ideológicos del gobierno de la 4-T que propaga la enseñanza como una lucha de clases mal entendida?
Sí se quieren libros de altísima calidad para los niños. Libros que contengan lo mejor del saber humano, lo mejor del pensamiento nacional y universal, lo mejor del mundo de hoy, para mañana, sin prejuicios, sin odios, sin rencores, sin el desprecio por la pluralidad, la igualdad, la legalidad.
Los libros ya están hechos. Ya están dispuestos para su distribución. Muchos gobiernos estatales o municipales han decidido que no los distribuirán; otros dicen que los harán pero que no serán utilizados en aulas. Los gobiernos morenistas dicen que se aplicarán caiga quien caiga…
¿Quiénes nos educamos con los viejos libros de texto gratuitos somos gente neoliberal? O ¿somos gente pensante que construimos nuestras propias ideas de país y con mucha frecuencia hacia la izquierda tan necesaria aquí, sin que nos inocularan desde la primaria o secundaria el odio o el rencor social?
¿No fue el mismo presidente de México hoy, quien se educó con los viejos libros de texto gratuitos? ¿Y millones de mexicanos que aprendimos en los libros que inició don Jaime Torres Bodet desde 1960 acompañado de Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, José Vasconcelos y más intelectuales de lustre histórico…?
Y crearon libros para el conocimiento humano, científico, intelectual, cívico, histórico, matemático; para la creación del mexicano universal, gente de trabajo, gente de bien.
¿No se habrá equivocado de país el gobierno federal de hoy al querer adoctrinar, mediante el discurso de odio, a los niños y niñas de México?