RELATO
Lone-Boy caminó hacia la ducha, abrió la llave y…, luego dejó al agua fría bañar todo su cuerpo alto y delgado. Estando ahora así, se sintió más que feliz.
En su mente ya no había preocupación de ningún tipo. En su mente, ya no quedaba lugar para las estupideces de antaño. ¿La mejor parte del todo? En su vida, al fin había llegado alguien, alguien a quien en verdad sentía amar y querer, con entera y absoluta libertad.
Pasados unos tres o cuatros minutos, Lone-Boy al fin vio a ese alguien entrar al baño. Ese alguien en cuestión era un hombre de unos sesenta y cinco años, quien también era alto y delgado, y que tenía su cabeza sin mucho pelo.
El hombre, colándose detrás suyo, alargó sus brazos y comenzó a tocar su espalda mojada. Lone-Boy al instante sintió un placer y una dicha indescriptible. Todo esto para él solamente parecía ser parte de un hermoso sueño. Y es que, en verdad se sentía, no solamente amado, deseado y correspondido, sino también muy protegido.
El cuerpo y el calor de aquel cuerpo maduro, produjeron en Lone-Boy sentimientos y pensamientos que ya no supo exagerar. En el pasado habían quedado ya todas esas actitudes de muchacho bobo y estúpido; cursi y demás.
Así que, superada ya esa etapa de su vida, Lone-Boy se dedicó ahora, en cuerpo y alma, a vivir el presente mismo.
Y aquí estaba él, siendo acariciado, tocado y besado por aquel hombre, quien, con cada mirada, parecía así decirle lo mucho que lo deseaba. Lone-Boy se sentía más que feliz. Y es que, aparte de sentirse muy a gusto en compañía de aquel hombre, también se sentía muy libre…
“Ahhhh”, una y otra vez musitó Lone-Boy, mientras el hombre le chupaba ahora su oreja derecha. El agua no paraba de bañar su cabeza, espalda, pecho; nalgas, pene y piernas…
Segundos después de ya haberse enjabonado y enjuagado todo su cuerpo, Lone-Boy tomó el jabón y, volteándose hacia el hombre, comenzó a enjabonarle su pecho lleno de pelos blancos. El hombre, sin perder oportunidad, lo besó en la boca, una y otra vez.
Lone-Boy, con su pene excitado al máximo, ya no supo qué hacer a continuación. Porque cada caricia por parte de este hombre, era para él como un pedacito del cielo, de ese mismo cielo que todas las religiones manipuladoras les prometen a todos sus fieles ciegos seguidores que alcanzaran “en una próxima vida”.
El hombre, para alegría y complacencia de Lone-Boy, como ser ya experimentado que era, y sabiendo muy bien el manual en este tipo de situaciones, hizo algo que lo excitó todavía muchísimo más.
Que el hombre supiese conducirse con certero atino, hizo que Lone-Boy casi le dijera: “¡Te amo!”
Pero no lo hizo. Y no porque no quisiera, sino porque ya sabía que ya no podía volver a ser como antes: entregar su corazón entero a una persona que apenas y acababa de conocer.
Aun así, en su interior, sí se permitió hacerlo. Mirando con total vehemencia a los ojos del hombre, le dijo así: “¡TE AMO!”.
El hombre, que tampoco le había dicho nada parecido con palabras habladas, pero sí con gestos y caricias, tomó el bote de aceite y, luego vació un poco en su mano. Lone-Boy, al instante de sentir cómo el hombre le iba untando el aceite en su anillo, se sintió en la gloria.
Acto seguido, el hombre acercó más cuerpo hacia el suyo y, con su pene ya untado con aceite también, ejerció la fuerza necesaria para así poder lograr su objetivo.
Lone-Boy, más que gustoso, abrió las piernas para hacerle así un poco más fácil dicha tarea. Una, dos, tres… El hombre intentó varias veces meter la cabeza, pero el anillo de Lone-Boy estaba muy estrecho.
De repente, al sentir algo de dolor, Lone-Boy se sintió un tanto acobardado. No podía ser posible que, deseando tanto tener la hombría de aquel ser dentro de sí mismo, no pudiese relajarse lo suficiente. Pero él no estaba dispuesto a dejar pasar tal oportunidad de goce y dicha, tan así de fácil y rápido.
Fue por eso que, pasados unos segundos, tomó el bote de aceite, vació un poco en su mano izquierda y luego se lo untó a su anillo. A continuación, con su mano derecha, tomó y atrajo hacia sí el pene del hombre maduro.
Segundos después, Lone-Boy abrió otra vez las piernas, respiró muy profundo y…, con su anillo estando más humectado que antes, al fin pudo permitirle al hombre hacer su entrada total y triunfal en todo su ser interior…
Y ESA TARDE FUE… para él… UNA TARDE INOLVIDABLE.
Anthony Smart
Julio/26/2023
6:04 p.m. Wednesday